Saltar al contenido
INICIO » 1901 y el sufragio femenino en Noruega: cuando ellas entraron en las urnas

1901 y el sufragio femenino en Noruega: cuando ellas entraron en las urnas

En 1901, en Noruega, ocurrió algo que hoy se ve como un trámite sin emoción, pero que entonces desprendía un tufillo deliciosamente subversivo: miles de mujeres, arregladas para la ocasión y con todos los papeles en regla, acudieron a las urnas para votar en elecciones municipales. No eran todas, desde luego, pero sí las suficientes para que más de un prócer con bigote empezara a sospechar que aquello del “sexo débil” podía convertirse en un quebradero de cabeza… político.

Aquel gesto, de apariencia burocrática y anodina, marcó el arranque del sufragio femenino en el país. Un ensayo limitado, dirigido a mujeres con patrimonio o a contribuyentes impecables, que terminó abriendo el paso al voto femenino universal y situó a Noruega en un lugar privilegiado entre los pioneros de la igualdad política.
De fondo late una ironía espléndida: se permitió votar a ciertas mujeres porque pagaban impuestos, no porque el Estado estuviera dispuesto a reconocer, desde el primer día, que eran ciudadanas con los mismos derechos que los hombres.

Noruega antes de 1901: democracia sí, pero solo con bigote

Para apreciar el alcance de aquella reforma conviene asomarse al paisaje político previo. Noruega contaba desde 1814 con una Constitución avanzada para su tiempo, inspirada en un par de modelos prestigiosos, pero la democracia era asunto exclusivo de hombres con tierras, rentas o cargos públicos. El ciudadano con derecho a voto se identificaba, casi sin excepción, por la posesión de propiedades y un buen mostacho.

Durante el siglo XIX, como quien ajusta una maquinaria muy sensible, se amplió poco a poco el electorado masculino. Todo con una prudencia que rozaba la desconfianza. No fue hasta 1898 cuando se reconoció el sufragio universal masculino, lo que permitía votar a todos los hombres adultos sin necesidad de acreditar fortuna.

Mientras tanto, ¿qué sucedía con las mujeres? Quedaban al margen de todo. No votaban, no podían ser elegidas y, en la mentalidad dominante, ni falta que hacía. Se las consideraba guardianas del hogar, indispensables para la moral familiar pero totalmente prescindibles para decidir inversiones municipales o quién debía llevarse el bastón de mando.

Ese retrato, sin embargo, tenía grietas. En la vida real había mujeres empresarias, maestras, escritoras, propietarias urbanas y activistas que gestionaban dinero, influían en la opinión pública y participaban en círculos sociales que movían más asuntos de los que muchos admitían. Como es lógico, les chirriaba ver cómo hombres con menos formación o experiencia participaban en las decisiones colectivas mientras ellas seguían relegadas a una especie de minoría de edad permanente.

En ese caldo de cultivo surgió el movimiento sufragista noruego, con figuras como Gina Krog al frente. Periodista, activista incombustible y fundadora de organizaciones clave en la lucha por los derechos de las mujeres, Krog y sus compañeras batallaron durante décadas para que la lógica más básica se impusiera: si las mujeres obedecían las leyes y contribuían a las arcas del Estado, quizá tenían derecho a opinar sobre las normas que las regían.

1901: el derecho al voto empieza en los ayuntamientos… pero solo para las que pagaban

La célebre fecha de 1901 marca la primera vez que las mujeres noruegas participaron en elecciones municipales. No fue una revolución fulminante, sino un movimiento calculado al detalle. El sufragio femenino se introdujo de manera limitada, vinculado a la renta y al nivel de contribución fiscal.

La ley establecía que solo podían votar las mujeres que cumplieran ciertos requisitos muy concretos:

  • Tener al menos 25 años.
  • Ser ciudadanas noruegas.
  • Haber residido en el país un mínimo de cinco años.
  • Abonar impuestos por encima de un umbral determinado o estar casadas con un hombre que lo hiciera.

El mensaje implícito era claro: “Algunas mujeres pueden votar, siempre que contribuyan al presupuesto”. La ironía es tan luminosa que no necesita explicación. El voto femenino se concibió, en sus inicios, como extensión del poder económico, no como reconocimiento natural de un derecho cívico.

Aun así, la medida no fue menor. Unas 200.000 mujeres entraron en el nuevo censo electoral, con alrededor de 30.000 solo en Christiania, la futura Oslo. Aquella cifra, aunque limitada en relación con la población total, resultó suficiente para modificar inercias políticas, influir en elecciones ajustadas y, sobre todo, normalizar la presencia femenina en un ritual público que siempre había sido masculino.

Además, la reforma incluía un punto crucial: no solo podían votar, sino también ser elegidas para cargos municipales. Este detalle, que hoy se da por hecho, tuvo entonces una carga simbólica enorme. De pronto las mujeres ya no solo opinaban, sino que también podían gobernar.

Viéndolo con perspectiva, da la impresión de que las autoridades usaron las elecciones municipales como campo de pruebas. Si funcionaba con este grupo reducido, ya habría tiempo de ampliar el derecho. Y así ocurrió.

Un gesto litúrgico revelador: adiós a la obediencia matrimonial

En ese mismo 1901 se introdujo una reforma que suele pasar desapercibida, pero que resulta tremendamente elocuente: la Iglesia eliminó del ritual matrimonial la promesa de obediencia de la esposa hacia el marido.

No es un detalle menor ni un simple adorno. Señala un cambio de mirada social profundo. El Estado y la Iglesia, cada uno a su ritmo, empezaban a desprenderse de la idea de la mujer como ser subordinado. Si en el altar ya no se le exigía obediencia absoluta, quizá el legislador podía dejar de tratarla como menor política.

Esta pequeña modificación litúrgica actuó como pincelada simbólica que acompañó al avance democrático. La esposa obediente daba paso, poco a poco, a la ciudadana adulta con criterio propio.

¿Primera vez en el mundo? Un titular con matices

Se suele repetir que las noruegas fueron las primeras mujeres del mundo en participar en elecciones municipales. El eslogan es atractivo, pero requiere matices. Antes de 1901 ya existían casos de participación femenina en lo local en determinados lugares de Europa. En Suecia, por ejemplo, varias categorías de mujeres contribuyentes podían votar desde mediados del siglo XIX.

También había países que, en el ámbito nacional, iban por delante. Nueva Zelanda había reconocido el voto femenino en elecciones parlamentarias en 1893. Noruega tardaría aún unos años en dar ese paso.

Lo verdaderamente singular del caso noruego no es tanto el título de “primeras” como la velocidad del proceso. La secuencia es fulgurante:

  • En 1901, sufragio municipal limitado.
  • En 1907, sufragio parlamentario, también restringido.
  • En 1910, sufragio universal en lo municipal.
  • En 1913, sufragio universal en elecciones nacionales.

Doce años bastaron para pasar de un voto municipal condicionado al reconocimiento pleno del derecho de todas las mujeres. Un ritmo insólito en la Europa del momento.

Activistas y estrategia: nada cayó del cielo

Sería injusto atribuir este progreso a la buena voluntad de los gobernantes. Detrás hubo décadas de militancia, campañas, debates y negociaciones. Las sufragistas noruegas demostraron una tenacidad admirable.

Gina Krog y otras líderes impulsaron organizaciones que presionaron sin descanso. Presentaron peticiones, publicaron artículos, organizaron reuniones y buscaron aliados estratégicos entre partidos liberales. Una constante de su estrategia fue el gradualismo: pedir primero lo posible para abrir después la puerta a lo necesario.

Anna Rogstad destacó en este proceso. Pedagoga y defensora incansable de los derechos de las mujeres, fue la primera en ocupar un escaño en el Parlamento noruego, aunque fuera como suplente. Su presencia en la Cámara sirvió para demostrar que el país podía convivir perfectamente con mujeres en espacios que hasta entonces se consideraban incompatibles con la feminidad respetable.

Nada de lo ocurrido en 1901 puede entenderse sin ese tejido asociativo que empujó, presionó y convenció a la opinión pública y a los legisladores.

De las urnas municipales al Parlamento: el efecto dominó

El experimento municipal tuvo un efecto inesperado para quienes pensaban que aquello sería una anécdota controlada. Las mujeres no solo votaron; votaron bien, de manera variada y teniendo en cuenta asuntos que, hasta entonces, muchos políticos habían pasado por alto.

La mayor presencia femenina en las urnas acabó modificando la agenda local. Cuestiones como educación, servicios públicos o salud adquirieron más peso. También se desactivó uno de los temores habituales de la época: la idea de que todas las mujeres votarían igual. La realidad demostró que había tantos criterios como votantes.

sufragio femenino en Noruega

La democracia noruega, tras comprobar que el cielo no se venía abajo, dio el siguiente paso en 1907 con la apertura –aunque limitada– del sufragio femenino en elecciones parlamentarias. Y en 1910 llegó la normalización completa en el ámbito municipal. De ahí a 1913, con la aprobación unánime del sufragio universal femenino en elecciones nacionales, apenas pasaron tres años.

La imagen es clara: un dominó que empieza a caer en lo local y termina reformando por completo la arquitectura política del país.

Escenas y contradicciones deliciosas de 1901

El debut del voto femenino dejó un puñado de anécdotas que hoy resultan irresistibles por su mezcla de ternura e ironía:

  1. El voto como medalla al contribuyente
    Muchas mujeres interpretaron aquel derecho como una especie de reconocimiento a su impecable comportamiento fiscal. El mensaje, algo torcido pero eficaz, caló.
  2. Votos “por la casa”
    Hubo quien pensó que las esposas votarían lo mismo que sus maridos. En algunos casos ocurrió, pero no tardaron en aparecer votantes que decidían por sí mismas, para sorpresa de más de un candidato.
  3. El miedo al voto moralizante
    Parte de la élite masculina temía que las mujeres apoyaran políticas más estrictas contra el alcohol o el ocio. El tiempo demostró que el voto femenino no era un bloque monolítico ni especialmente puritano.
  4. Las urnas como aula improvisada
    Muchas mujeres urbanas vieron en aquellas primeras elecciones una oportunidad para comprender mejor la política: programas, presupuestos, discursos… Fue un curso acelerado de ciudadanía.
  5. Europa mirando con recelo
    Mientras Noruega avanzaba, otros países europeos seguían aferrados al rechazo absoluto. Años después, la experiencia noruega serviría como ejemplo de que la democracia podía ampliar su base sin perder estabilidad.

El legado de 1901: de votantes a dirigentes

Lo que comenzó como una tímida reforma fiscalizada terminó abriendo una vía que cambió el país por completo. Con el tiempo, Noruega se convirtió en referente global en igualdad de género. La presencia femenina en los ayuntamientos generó una cantera de líderes que, décadas después, ocuparon puestos clave.

sufragio femenino en Noruega

Del primer escaño de Anna Rogstad se pasó a la llegada de Gro Harlem Brundtland al cargo de primera ministra en 1981. Y, desde entonces, la política noruega ha visto cómo la presencia de mujeres en el Parlamento y en el Gobierno se convertía en algo cotidiano.

Si se rebobina la historia, la escena de 1901 resulta casi modesta: censos limitados, requisitos económicos y un aire de prueba controlada. Pero esa modestia contenía dinamita. Se permitió votar a “las mujeres adecuadas” para demostrar que nada explotaba. Y, una vez demostrado, el argumento dejó de servir para justificar la exclusión del resto.

Aquel 1901 marcó el principio de una transición que transformó el concepto de ciudadanía en Noruega. Lo que empezó como un cálculo fiscal acabó cuestionando quién debía considerarse adulto político. Y, para alivio de la posteridad, el país tuvo la sensatez de admitir que la madurez cívica no dependía del bigote.

Vídeo: “What Was The Nordic Women’s Suffrage Movement?”

Fuentes consultadas

Nuevas curiosidades cada semana →

Únete a El Café de la Historia y disfruta una selección semanal de historias curiosas.

Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados/Los precios y la disponibilidad pueden ser distintos a los publicados. En calidad de afiliado a Amazon, obtenemos ingresos por las compras adscritas que cumplen con los requisitos aplicables.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *