Lo ocurrido aquel martes, 9 de febrero de 2010, rozaría la comedia si no fuera porque terminó como un pequeño desastre urbano. A eso de las once y media de la noche, en el High Brooms Working Men’s Club de Tunbridge Wells, una simple discusión por la última bolsa de cacaos tostados pasó de murmullo irritado a gresca monumental. En cuestión de minutos, medio centenar de personas estaba envuelto en empujones, gritos y puñetazos, mientras la policía —alertada por una avalancha de llamadas— llegaba en tropel para intentar poner orden. El balance final fue poco glorioso: seis participantes rociados con gas CS y siete detenidos por alterar la paz pública.
Un club de barrio y la extraña economía del fruto seco
El High Brooms Working Men’s Club es el típico local donde la gente va a tomarse una pinta, comentar el partido y desconectar del día. Nada de glamour: apenas una barra larga, unas mesas gastadas y el despliegue habitual de aperitivos con pretensiones modestas. Aquella noche, según contaron los presentes, el sitio estaba a reventar. En ese ambiente cargado de voces y vasos, dos hombres se disputaron la última bolsa de cacahuetes. Uno la había reservado; el otro la consideró suya por derecho conquistado a base de insistencia. La mecha estaba encendida. Y, como suele ocurrir, el bar actuó como cámara de resonancia perfecta para convertir una tontería en un conflicto.
Los ingredientes de un motín en miniatura
Los testigos coincidieron en que el episodio siguió una secuencia casi de manual. Primero, el detonante ridículo: un producto barato pero simbólico, capaz de despertar un extraño sentido de propiedad. Luego, el alcohol. No hacía falta estar ebrio para que las palabras se calentaran más de lo prudente; bastaba la atmósfera propia de un bar nocturno, esa mezcla de confianza excesiva y prudencia escasa. De ahí al estallido solo hubo un empujón mal interpretado. La pelea se propagó como un chisme bien contado: del interior al exterior, de los primeros implicados a curiosos que, sin saber cómo, acabaron también metidos en el follón.
Gas lacrimógeno y un operativo en toda regla
La llegada de la policía añadió otro capítulo al relato. La intervención fue contundente y el uso de gas CS, aunque no habitual en escenarios de aperitivos disputados, se justificó como una medida rápida para frenar una situación que ya se había desmadrado. El gas dispersó a los más belicosos y permitió a los agentes hacer su trabajo con mayor seguridad, aunque la escena debió de ser digna de un episodio de esas comedias en las que todo se va de madre mientras alguien, desde el fondo, sigue insistiendo en que solo quería un puñado de cacaos.
¿Por qué lo insignificante provoca batallas épicas?
Las ciencias sociales llevan años recordando que los objetos pequeños pueden convertirse en tótems momentáneos. Una bolsa de cacahuetes, cuando es la última y está a la vista de todos, pasa de alimento de bar a símbolo de victoria social. Quien la obtiene consigue un triunfo mínimo pero visible; quien la pierde, siente que ha sido humillado por algo cuya importancia no debería superar la de un simple snack. Esta mezcla de orgullo, escasez y espectáculo público convierte lo absurdo en combustible emocional. Y cuando la multitud observa, cualquier reacción se amplifica.

La prensa, feliz ante la combinación de caos y cacahuetes
El episodio no tardó en circular por tabloides y webs con un tono entre sorna y fascinación. Titulares como “Pelea por la última bolsa de cacaos” tienen una potencia narrativa difícil de superar. El tema era jugoso: violencia real desencadenada por algo minúsculo, personajes anónimos y un escenario cotidiano que podía encontrar cualquiera en su propio barrio. Los comentarios en foros y redes añadieron sal y pimienta, alternando bromas sobre el precio de los frutos secos con reflexiones espontáneas sobre la torpeza humana.
Lecciones informales desde la barra
La secuencia del incidente no deja lugar a interpretaciones rebuscadas: un aperitivo, una discusión, una escalada absurda y una intervención policial más propia de un derbi enloquecido que de un club de barrio. Pero el episodio recuerda, a su manera, que los espacios sociales funcionan con normas invisibles. Cuando alguien las rompe —por tonterías, por orgullo o por hambre de frutos secos— la maquinaria colectiva puede descontrolarse en un suspiro. Y, a falta de conclusiones solemnes, solo queda constatar que quizá el verdadero desafío no es conseguir la última bolsa, sino hacerlo sin que el bar entero decida convertir la noche en un campo de batalla improvisado.
Vídeo:
Fuentes consultadas
- The Zimbabwean. (2010, febrero 12). Row over peanuts sparked mass brawl. https://www.thezimbabwean.co/2010/02/row-over-peanuts-sparked-mass-brawl/
- Tunbridge Wells on Saturday. (2010, febrero 20). Tunbridge Wells on Saturday, Issue 18, February 20, 2010. https://archive.org/stream/tunbridge-wells-on-saturday-2010-02-20/tunbridge-wells-on-saturday-2010-02-20_djvu.txt
- Generalitat de Catalunya. (2007). La violencia entre jóvenes en espacios de ocio: Resultados de un estudio comparativo europeo. https://dsp.interior.gencat.cat/bitstream/handle/20.500.14007/2715/daphne_violencia_jovenes_2007.pdf?isAllowed=y&sequence=6
- Blay, N., Calafat, A., Juan, M., Becoña, E., Mantecón, A., Ros, M., & Far, A. (2010). Violencia en contextos recreativos nocturnos: su relación con consumos y factores sociodemográficos. https://www.redalyc.org/pdf/727/72714400007.pdf
- Amnistía Internacional. (2021). Gas lacrimógeno: investigación. https://teargas.amnesty.org/es/
- Agudo Sanchíz, A. A. (2006). Actores, lenguajes y objetos de confrontación y conflicto. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6164249.pdf
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






