Era 1739 y Europa tenía sus propias prioridades: guerras dinásticas, pelucas empolvadas como magdalenas de tocador y una obsesión enfermiza por el control de la naturaleza. En este panorama de tintero, bisturí y teorema, un caballero con nombre de estatua ecuestre —Jacques de Vaucanson— decidió dejar de lado lo que los humanos sabían hacer con sus manos para intentar que las máquinas hicieran lo mismo. Pero no cualquier cosa, no. Lo suyo fue más bien arriesgado: el famoso pato defecador.
Hay que situarse: pleno Siglo de las Luces. Esa época en la que la Ilustración se tomaba tan en serio que incluso los autómatas tenían pretensiones enciclopédicas. Vaucanson no quería simplemente entretener a marquesas aburridas con muñecos mecánicos: aspiraba a comprender, reproducir y, en cierto modo, humillar a la biología con engranajes.
El pato, ese artista digestivo
El pato de Vaucanson no era un simple chisme con ruedas. No graznaba por graznar ni comía por comer. Este pato —de tamaño real y con acabados que harían temblar de emoción a un orfebre rococó— movía el cuello, picoteaba maíz de una mano, lo tragaba, lo “digería” y, en el momento de gloria final, lo expulsaba por donde mandan los cánones anatómicos. Con solemnidad digestiva y precisión hidráulica.
Se trataba, según proclamaba su creador en un folleto de 1742 (una suerte de manual de instrucciones con aires de tratado fisiológico), de una máquina que reproducía los mecanismos internos de la digestión. “La comida es digerida como en los animales reales, por disolución, no por trituración”, declaraba con rotundidad casi escatológica. Añadía, por si había dudas, que la materia digerida recorría tubos hasta un ano mecánico coronado por un esfínter que permitía la salida triunfal de las deposiciones. En fin, ingeniería con pedigrí.
La verdad tras el truco
Pero claro, como suele ocurrir con los prodigios demasiado asombrosos para ser reales, había truco. Y uno de los buenos.
El pato no digería realmente el maíz. Aunque el ave de hojalata parecía tragar y procesar con eficiencia admirable, lo que en realidad ocurría era un pequeño engaño escénico: mientras el alimento desaparecía en su esófago artificial, en el compartimento inferior ya estaba preparada una porción estándar de “caca prefabricada”, que salía justo a tiempo como si el proceso digestivo hubiera tenido lugar en vivo y en directo. Vaucanson, en resumen, había inventado el teatro de la digestión. O, si se quiere, la performance excrementicia.

¿Un fraude? ¿Un genio del espectáculo? La frontera es difusa, como bien sabían los relojeros suizos que observaban con una mezcla de respeto y envidia a este hombre capaz de convertir un pato en celebridad parisina.
Más allá del pato: el universo autómata de Vaucanson
Aunque el anecdotario se lo lleva el palmípedo fecal, Vaucanson no era hombre de un solo juguete. Antes de darle al pato su lugar en la historia, había construido un flautista mecánico que ejecutaba melodías reales, sin grabaciones ni trucos de salón. También diseñó un tamborilero que, aunque no hizo historia por su higiene intestinal, sí destacaba por su precisión rítmica.
Pero donde otros veían maravillas técnicas, algunos veían un derroche lamentable de talento. “Lástima de genio desperdiciado en juguetes”, escribió un articulista en 1897, probablemente desde un sillón orejero y con una copa de jerez en la mano. Claro que, vistas las circunstancias, uno se pregunta si no habría sido peor dedicar tanto ingenio a construir otro tipo de máquina más útil y mucho menos divertida. Porque, al fin y al cabo, ¿qué utilidad tiene un pato que caga? Ninguna. ¿Y qué sentido tiene que no exista? También ninguno.
¿Por qué un pato y no, pongamos, un topo?
La elección del pato no fue caprichosa. Este animal, con su andar desigual, su capacidad para nadar, volar y graznar como si no hubiera mañana, resultaba el lienzo perfecto para una recreación mecánica ambiciosa. Además, su sistema digestivo, tan admirado por Vaucanson, servía de modelo ideal para ilustrar cómo se podía simular la vida animal sin necesidad de tener una.
Aun así, la verdadera genialidad del invento no estaba en el pato, sino en la pretensión de que una máquina podía imitar a la naturaleza con fidelidad. La digestión, ese proceso tan íntimo, tan poco estético y tan fundamental, se elevaba así a arte mecánico. Un poco como si Da Vinci hubiera decidido pintar intestinos en lugar de sonrisas.
El pato, precursor del chatbot (pero con más plumas)
Tres siglos después, el pato sigue fascinando. Tal vez porque representa una forma primitiva —y cómica— de las obsesiones contemporáneas: máquinas que parecen humanas, simulaciones que nos engañan, tecnología que, en lugar de resolver problemas reales, nos maravilla por su absurdo.
De algún modo, el pato de Vaucanson era el deepfake del siglo XVIII. Una ilusión óptica con engranajes. Un entretenimiento elevado a categoría filosófica. Una caca mecánica con moraleja ilustrada. Y no se trata solo de ironía: ese pato, con su mirada fija y su ano mecánico, nos recuerda que el impulso de imitar la vida, aunque sea a través del excremento, ha estado siempre presente en la historia del ingenio humano.
Y así, mientras la historia le reserva monumentos a generales, mártires y santos, el pato que caga —como quien no quiere la cosa— se desliza en los márgenes de la memoria colectiva como una obra maestra del absurdo mecánico. Qué menos que rendirle tributo con estas líneas, y con una sonrisa entre cómplice y perpleja.
Fuentes:
- La piedra de Sísifo. (2022, octubre 17). El robot más alucinante del siglo XVIII: el pato que hacía caca. https://lapiedradesisifo.com/2022/10/17/el-robot-mas-alucinante-del-siglo-xviii-el-pato-que-hacia-caca/
- Wikipedia. (2024, marzo 25). Pato con aparato digestivo. https://es.wikipedia.org/wiki/Pato_con_aparato_digestivo
- Wikipedia. (2025, octubre 11). Jacques de Vaucanson. https://es.wikipedia.org/wiki/Jacques_de_Vaucanson
- Rosello, L. (2024, marzo 25). Un pato autómata y la visión del mundo. https://lisrosello.substack.com/p/un-pato-automata-y-la-vision-del
- Atlas Obscura. (2010, enero 30). Canard Digérateur de Vaucanson. https://www.atlasobscura.com/places/canard-digerateur-de-vaucanson-vaucansons-digesting-duck
- APS News. (2018, febrero). Jacques de Vaucanson Exhibits Flute-playing Automaton. https://www.aps.org/archives/publications/apsnews/201802/history.cfm
- La Brújula Verde. (2022, agosto 26). Jacques de Vaucanson, el inventor de los primeros robots. https://www.labrujulaverde.com/2022/08/jacques-de-vaucanson-el-inventor-de-los-primeros-robots
- Hodinkee. (2016, mayo 10). Watches, Automatons, ‘Soul,’ And The Digesting Duck Of Jacques de Vaucanson. https://www.hodinkee.com/articles/watches-automatons-soul-and-the-digesting-duck-of-jacques-de-vaucanson
- Behance. (2014, junio 10). El pato de Vaucanson. https://www.behance.net/gallery/17555521/El-pato-de-Vaucanson
- Xataka. (2018, enero 29). Desde el pato de Vaucanson a los robots de limpieza. https://www.xataka.com/n/desde-el-pato-de-vaucanson-a-los-robots-de-limpieza-asi-ha-evolucionado-la-robotica-desde-sus-inicios
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






