Cuando una canción infantil parece demasiado simple para albergar una historia complicada, conviene sospechar: detrás del estribillo naïf se esconde siempre un atajo por la Historia, con virajes, malentendidos y una pizca de éxito cortesano. Eso le ocurrió a “Mambrú se fue a la guerra”, que no nació precisamente en el corro de una guardería sino en el barro y el ruido de la Guerra de Sucesión Española, y que, como buen viajero cultural, fue transformándose en cada boca que la cantó.
De un rumor en Malplaquet a burla de campamento
En septiembre de 1709, la sangrienta batalla de Malplaquet enfrentó a franceses, británicos, holandeses y otros aliados; fue una victoria aliada dolorosa y costosa. Entre el humo y los cuerpos se corrió la falsa noticia de que John Churchill, primer duque de Marlborough (y ancestro de Winston Churchill), había muerto. Los soldados franceses, maestros en la ironía y en el verso sarcástico, compusieron una cantinela burlesca sobre la supuesta muerte del general: “Marlborough s’en va-t-en guerre… ne sait quand reviendra”. Esa letanía —ligera, repetitiva, perfecta para grabarse en la memoria— tuvo la virtud de sobrevivir al propio rumor.
De la cocina al trono: la nana de Versalles
La melodía, que parecía condenada al olvido entre tiendas de campaña y botas embarradas, dio un giro digno de comedia palaciega: acabó sonando en Versalles. Una nodriza, mientras acunaba al pequeño delfín, le tarareó aquella tonada burlona y la reina, encantada con su ritmo pegadizo, decidió adoptarla. La mujer en cuestión —según recogen algunas fuentes musicales— respondía al nombre de Geneviève Poitrine, y sin proponérselo inició una moda. En poco tiempo, la corte entera, siempre hambrienta de novedades y ternuras, repetía la cancioncilla con entusiasmo contagioso. Lo que nació como sátira de soldados terminó, paradójicamente, convertido en nana real: de las trincheras al trono, pasando por los oídos más selectos del reino.
Cómo Marlborough se convirtió en Mambrú: la fonética como motor de la cultura
Cuando un nombre extranjero se atraganta en la lengua, el idioma se las arregla para domesticarlo. El intrincado topónimo inglés Marlborough pasó por un curioso proceso de adaptación fonética al llegar a las lenguas romances: en España, bajo la influencia borbónica y el inevitable roce cultural con Francia, se transformó en “Mambrú” o “Malbrú”, más fácil de pronunciar y perfecta para encajar en la métrica de los juegos infantiles. La versión española recortó estrofas, simplificó letras y acabó convertida en canción de patio y rayuela, un himno de recreo más que un relato histórico. No fue una victoria sobre ejércitos, sino sobre la pronunciación y el buen humor de los niños.
De la tonada burlesca a himno de sobremesa: la melodía que nunca envejece
La melodía parece tener vida propia, escapando de su origen burlón para instalarse tanto en la música culta como en la cultura popular. Dramaturgos y compositores la mencionaron: Beaumarchais la incluyó en El matrimonio de Figaro, Fernando Sor la transformó en intrincadas variaciones para guitarra, y Ludwig van Beethoven la incorporó en Wellington’s Victory, representando —con todo el dramatismo posible— al bando francés frente al británico, como si la canción misma fuera un personaje en la contienda. Su estribillo pegadizo cruzó fronteras y contextos, sirviendo más tarde de base para piezas tan dispares como For He’s a Jolly Good Fellow o melodías de fogata en tradiciones anglosajonas. Es, en suma, una reencarnación musical: del barro de la batalla al esplendor del salón, del soldado anónimo al concierto refinado.
¿Origen árabe? Una hipótesis que gusta contar
No faltan quienes, con un aire romántico y un gusto por lo exótico, sugieren que la melodía podría tener raíces más antiguas. Chateaubriand y otros cronistas aventuraron que su origen tal vez se encuentre en tradiciones orientales —árabes o medievales— que habrían llegado a Europa a través de intercambios culturales durante la Edad Media y el periodo postmedieval. Es una hipótesis seductora y plausible dentro del juego de las mezclas culturales, aunque carece de pruebas definitivas; más bien se mueve en el terreno de las conjeturas eruditas, esas que alimentan con gusto el folclore académico. Lo recomendable es considerarla como una posibilidad intrigante, no como un hecho consumado.
Un ejemplo para ilustrar la transformación cultural
Seguir la trayectoria de esta canción es como recorrer un tren que atraviesa distintos mundos: arranca en un taller polvoriento —el campamento—, cruza paisajes de poder —Versalles—, se adentra en la música culta —las variaciones de Sor, los fragmentos en obras escénicas— y termina en la plaza del pueblo, convertida en canción infantil. Cada parada deja su sello: la burla popular, el asentimiento cortesano y la domesticación para los más pequeños. En conjunto, es un ejemplo clásico de transculturación, donde un mismo elemento sirve a fines opuestos: ridiculizar al enemigo, divertir a un rey, arrullar a un niño y acompañar con ritmo una tonadilla cotidiana.
Curiosidades que invitan a sonreír
Napoleón, según cuentan algunas crónicas, no pudo resistirse a tararear la melodía en más de una ocasión, como si aquel estribillo travieso lograra penetrar incluso en la mente de un estratega acostumbrado a planear conquistas. Goethe, por su parte, la consideraba insoportable durante sus viajes por Francia, víctima quizá de la repetición o del contraste entre su exigente oído literario y la simplicidad burlona de la canción.
En el siglo XIX, sin embargo, la misma cantinela encontró un nuevo hogar en las reuniones de camaradería, donde se adaptaban letras para celebrar la buena voluntad o la bonhomía de algún amigo, demostrando que su función podía mutar del sarcasmo al afecto. La canción, humilde en palabras y métrica, se convirtió así en una criatura sorprendentemente adaptable, capaz de trascender épocas, clases sociales y contextos culturales, y dejando en su estela la prueba de que incluso los elementos más sencillos de la tradición popular pueden convertirse en testigos vivos de la historia y la cultura, acompañando tanto a reyes y generales como a niños y amigos en juegos y fiestas.
Fuentes:
- Oxford Reference. (s. f.). Malbrouck s’en va-t-en guerre. Oxford Reference. https://www.oxfordreference.com/view/10.1093/oi/authority.20110803100128448
- Encyclopaedia Britannica. (s. f.). Battle of Malplaquet. Encyclopaedia Britannica. https://www.britannica.com/event/Battle-of-Malplaquet
- A Dictionary of Music and Musicians. (s. f.). Malbrough. Wikisource. https://en.wikisource.org/wiki/A_Dictionary_of_Music_and_Musicians/Malbrough
- Wikipedia contributors. (recuperado el 12 de octubre de 2025). Malbrough s’en va-t-en guerre. Wikipedia, The Free Encyclopedia. https://en.wikipedia.org/wiki/Malbrough_s%27en_va-t-en_guerre
- IMSLP Petrucci Music Library. (s. f.). Introduction and Variations on «Malbroug», Op. 28 (Sor, Fernando). IMSLP. https://imslp.org/wiki/Introduction_and_Variations_on_%27Malbroug%27%2C_Op.28_%28Sor%2C_Fernando%29
- Wikipedia contributors. (recuperado el 12 de octubre de 2025). Wellington’s Victory. Wikipedia, The Free Encyclopedia. https://en.wikipedia.org/wiki/Wellington%27s_Victory
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






