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Qué es Buc-ee’s y por qué una gasolinera ha acabado siendo “la más grande del mundo”

A quien escucha por primera vez ese nombre le cuesta creer que Buc-ee’s sea, en esencia, una gasolinera. O al menos, una gasolinera en el sentido tradicional del término. La marca ha elevado la parada para repostar a la categoría de atracción turística, mezclando estación de servicio, supermercado descomunal, área de descanso familiar y una tienda de recuerdos tan patriótica como desmesurada. Lo que empezó como un negocio modesto ha terminado convertido en un símbolo del exceso tejano.

La joya de la corona es su gigantesca instalación de Luling, en Texas, inaugurada tras una ampliación monumental en junio de 2024. Con más de 75.000 pies cuadrados —superando los 7.000 metros cuadrados— y un centenar largo de surtidores, la tienda se ha ganado la etiqueta de “la gasolinera más grande del mundo”, al menos en el imaginario de quienes cruzan el país por carretera.

De una pequeña tienda en Texas a un imperio con castor de mascota

El origen del fenómeno está en 1982, cuando Arch “Beaver” Aplin III y Don Wasek abrieron una tiendecita en Clute, Texas. Aplin, apodado “Beaver” desde niño, combinó su mote con el nombre de su perro Buck y con un recuerdo publicitario de su infancia para bautizar el negocio. De ahí salió Buc-ee’s y su inevitable castor sonriente dentro de un círculo amarillo, omnipresente en camisetas, tazas, mantas y prácticamente cualquier objeto que admita estampado.

Durante mucho tiempo, la cadena vivió tranquila dentro de los límites de Texas, con establecimientos grandes pero razonables. El salto llega en 2003 con su primer gran centro de viaje en Luling: una estación de servicio gigantesca para los estándares de la época, orientada a familias, no a camiones de larga distancia. Aquella decisión, en apariencia inocente, acabaría marcando su identidad.

A partir de ahí, el castor echó a correr. En 2012 abrieron en New Braunfels un establecimiento de 68.000 pies cuadrados, que fue durante años “la mayor tienda de conveniencia del mundo”. En 2018 la expansión salió por fin de Texas y se extendió por estados del sur y del centro de Estados Unidos. Las nuevas aperturas se sucedieron en Alabama, Florida, Georgia, Kentucky, Carolina del Sur, Tennessee, Colorado, Misuri, Mississippi o Virginia. Y ya se han anunciado proyectos en Arizona y Carolina del Norte. Buc-ee’s descubrió que su fórmula funcionaba mucho mejor de lo que nadie habría imaginado.

Mientras crecía el número de tiendas, aumentaba también su tamaño, porque la cadena, en el fondo, parece competir principalmente consigo misma.

Luling (Texas): un coloso de hormigón y chucherías

La nueva instalación de Luling es, por ahora, el buque insignia de Buc-ee’s y el escaparate perfecto de su filosofía: si se puede hacer grande, que sea enorme, y si ya es enorme, todavía mejor hacerlo colosal. Con sus más de 75.000 pies cuadrados, supera el tamaño de varios supermercados puestos juntos. Se suele decir, no sin cierta sorna, que allí cabe un campo de fútbol y aún queda espacio para un océano de bolsas de frutos secos.

Este nuevo Luling sustituye al antiguo establecimiento del mismo pueblo, que ya parecía gigantesco con sus 35.000 pies cuadrados. Aun así, la cadena decidió tirarlo y reconstruirlo a lo grande para recuperar un título que, durante un tiempo, había pertenecido a la tienda de Tennessee. Hoy, Luling funciona con unos 200 empleados, un aparcamiento interminable, 120 surtidores y una colección completa de servicios que va de la comida caliente a la panadería, pasando por la tienda de regalos y los legendarios baños impecables.

Tennessee: la gasolinera que convirtió el viaje por carretera en espectáculo

Antes de que Texas recuperara la corona, el protagonismo lo tuvo Sevierville, en Tennessee, donde Buc-ee’s abrió una instalación de cerca de 75.000 pies cuadrados, también con 120 surtidores y un túnel de lavado enorme que se ha convertido en otra de las rarezas de la marca. El establecimiento atrajo la atención mediática con una facilidad insólita. A los pocos días, ya desfilaban por allí reporteros, aficionados al turismo de carretera y curiosos de medio país.

La visita revela una experiencia que roza el surrealismo: pasillos de golosinas que parecen no tener fin, montañas de carne ahumada, una sección de decoración del hogar que no desentonaría en una gran superficie y un despliegue de productos con el famoso castor en todas las variantes posibles. Aunque Luling le ha arrebatado el título, Sevierville sigue siendo, para muchos viajeros, “la gasolinera más grande del mundo”, quizá porque el concepto es idéntico: pura desmesura al servicio del consumo.

Entrar en Buc-ee’s: un pequeño recorrido sensorial

El visitante primerizo suele atravesar un ritual que ya es parte del folclore de la marca. Primero aparece el estupor ante la interminable hilera de surtidores, todos bajo una marquesina gigantesca que parece más propia de un recinto industrial que de una estación de servicio. Después llega la entrada: un golpe sensorial compuesto de luces brillantes, suelos inmaculados y un murmullo constante de gente comprando como si hubiera rebajas cada día.

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El mostrador donde se prepara la barbacoa se distingue desde varios metros gracias a los empleados cortando brisket a toda velocidad. La isla de frutos secos tostados inunda la zona de olores dulces, y los pasillos llenos de bebidas frías, cafés, refrescos y granizados parecen competir entre sí por llamar la atención. La tienda de regalos ocupa un espacio que, en cualquier otro lugar, sería un comercio independiente: camisetas con chistes internos, mantas estampadas con el castor, utensilios de cocina y hasta juguetes para mascotas.

En la parte más alejada, como si fuera un espacio sagrado, están los baños. Buc-ee’s ha defendido siempre que tiene los aseos “más limpios de América”, y lo cierto es que en 2012 obtuvo un premio nacional que alimentó aún más su fama. Las instalaciones son grandes, modernas, bien iluminadas y están atendidas por un equipo que circula constantemente para mantenerlas impecables.

Al final, la parada que iba a durar cinco minutos acaba convirtiéndose en media hora de paseo, picoteo y compras impulsivas. Buc-ee’s transforma una obligación del viaje en una experiencia.

Un modelo de negocio singular: coches sí, camiones no

Uno de los rasgos clave de Buc-ee’s es su estricta política de no permitir la entrada de camiones articulados. La decisión resulta chocante en un país donde muchos grandes servicios de carretera dependen precisamente del tráfico profesional. Sin embargo, la cadena ha optado desde el principio por centrarse en familias, turistas y conductores de vehículos pequeños.

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La explicación oficial es pragmática: sus párkings no están pensados para los tráileres de gran tamaño. Pero la consecuencia es más profunda. Al eliminar los vehículos pesados, Buc-ee’s crea un entorno que se percibe como más seguro, más cómodo y más cercano a un centro comercial que a un área de servicio convencional. Es una estrategia que, sorprendentemente, ha dado frutos: la cadena ya cuenta con decenas de establecimientos en varios estados, y prepara nuevas aperturas de tamaño espectacular en lugares como Arizona, Florida o Mississippi.

La comida como motor del éxito: barbacoa, dulces y los famosos Beaver Nuggets

Aunque la gasolina actúa como reclamo, la verdadera mina de oro está en la comida y el merchandising. El menú es tan amplio que parece diseñado para que nadie pueda salir sin comprar algo: barbacoa texana, bocadillos calientes, burritos desayuneros, repostería checa, galletas, tartas, brownies, ensaladas, fruta cortada y una extensa oferta para quien prefiera algo más ligero.

Entre estos productos destaca un icono absoluto: los Beaver Nuggets. Son ganchitos de maíz hinchados recubiertos de caramelo, irresistibles para muchos clientes. Tanto es así que hay viajeros que organizan sus rutas para pasar por un Buc-ee’s y llevarse varias bolsas como si fueran un tesoro gastronómico. Ese poder de atracción ha convertido al snack en un símbolo de la marca, un recuerdo comestible de que, en algún momento, se visitó la gran gasolinera del castor.

Cada tienda incorpora, además, productos regionales: salsas locales, dulces tradicionales o cervezas y vinos propios de la zona. Es una forma de integrar su mastodóntico modelo con la identidad de cada estado, y de paso crear una experiencia diferente en cada parada.

El afán por el récord: más grande, más largo, más llamativo

Buc-ee’s explota con fruición la imagen de Texas como tierra donde todo se hace a lo grande. Su historial de récords, títulos y superlativos se ha convertido en parte de su identidad corporativa. Durante años la tienda de New Braunfels fue la mayor del mundo, hasta que llegó Sevierville. Después, Luling la volvió a superar por unos cientos de pies cuadrados.

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La empresa presume también de tener el túnel de lavado más largo del planeta en su local de Katy, con una cinta transportadora que parece no terminar nunca. La relación con los organismos que certifican estos récords ha tenido sus matices, pero la estrategia comunicativa funciona. Buc-ee’s ha logrado incrustar en la memoria colectiva la idea de que sus macrotiendas no compiten con nadie más que con ellas mismas.

Cuando la gasolinera se convierte en destino turístico

Quizá lo más sorprendente de todo sea que Buc-ee’s ha conseguido generar un fenómeno turístico. Hay gente que planifica rutas enteras para visitar una tienda concreta, especialmente las de Sevierville y Luling. Las fotos junto a la estatua del castor se han vuelto casi obligatorias, igual que las camisetas que demuestran, con cierto orgullo kitsch, que uno ha estado allí.

La imagen amable del castor, visible a kilómetros gracias a las enormes señales junto a las autopistas, ayuda a que la marca triunfe en redes sociales. Cada apertura se celebra con colas, vídeos y una expectación más propia de un concierto que de una estación de servicio.

Para las comunidades donde se instalan, estos colosos son un acontecimiento económico y social. Llegan cientos de empleos, un flujo constante de visitantes y, por supuesto, un impacto considerable en el tráfico y en el comercio local. A veces incluso surgen debates intensos sobre cómo afecta un complejo de tal tamaño a la vida diaria de un pueblo modesto.

Todo ello ha hecho que Buc-ee’s pase de ser una simple gasolinera a convertirse en un símbolo del viaje por carretera en Estados Unidos, un lugar donde repostar se mezcla con comprar, curiosear, comer y dejarse llevar por esa extraña fascinación del gigantismo que caracteriza a la marca.

Vídeo: “Conociendo Buc-ee’s la gasolinera MÁS grande del MUNDO”

Fuentes consultadas

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