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Asedio del Santuario de la Virgen de la Cabeza: historia de un cerco imposible

En Jaén, el golpe de julio de 1936 se vino abajo casi desde el primer compás. El gobernador civil reafirmó su lealtad a la República, armó a las milicias y dejó a la Guardia Civil atrapada en una posición tan incómoda como peligrosa: cumplir órdenes de un gobierno legítimo mientras algunos mandos simpatizaban abiertamente con el alzamiento. La calle hervía entre consignas, discusiones y disparos, y los guardias fueron vistos con sospecha por todos. Unos los consideraban blando adorno republicano; otros, amenaza latente. El cóctel perfecto para el desastre.

La respuesta de las autoridades no tardó en llegar: los guardias de Lugar Nuevo y del Santuario de la Virgen de la Cabeza debían entregar las armas. Y cuando a un grupo armado, aislado en plena sierra, se le ordena quedar indefenso, el desenlace rara vez promete armonía.

Camino al cerro del Cabezo: del refugio prudente al encierro definitivo

El Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, encaramado sobre el cerro del Cabezo, era entonces un enclave respetado, casi intacto y cargado de tradición. Un lugar de romería, recogimiento serrano y paisaje apacible que pronto sería, irónicamente, escenario de una de las decisiones más insólitas de toda la guerra: utilizar pavos como paracaídas improvisados.

asedio del santuario de la virgen de la cabeza

A mediados de agosto de 1936, guardias civiles, familias y civiles emprendieron el camino desde Jaén hacia Andújar, y de allí ascendieron al cerro. Muchos creían que era una retirada temporal, un simple paréntesis para evitar males mayores. Pero aquel “retiro prudente” resultó ser la antesala del encierro. Cerca de 1.200 personas acabaron concentradas en el lugar: guardias, paisanos armados, mujeres, ancianos, niños y sacerdotes, bajo la dirección de Antonio Reparaz y, muy pronto, del capitán Santiago Cortés.

El día en que el Santuario quedó sitiado

El 14 de septiembre se convocó una reunión para organizar la evacuación. Sobre el papel, asunto resuelto: regreso a Andújar, disolución del encierro y control político. Pero la realidad fue otra. Cortés, al saber que las familias eran insultadas y amenazadas en plena maniobra, suspendió la evacuación, arrestó al comandante Nofuentes y asumió el mando. Desde entonces, el Santuario quedó oficialmente sublevado y aislado.

De un día para otro, el cerro se transformó en una fortaleza improvisada. Las fuerzas republicanas cerraron el cerco y comenzaron bombardeos, ultimátums y proclamas. La resistencia había echado raíces, pero el mayor reto aún estaba por llegar: sobrevivir con casi nada durante meses.

Nueve meses de hambre, artillería… y soluciones inesperadas

Entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, los refugiados soportaron un encierro extremo. Las reservas cayeron en picado, la artillería golpeaba sin descanso y la idea de rendirse circulaba solo en los panfletos lanzados desde el aire.

Dentro del recinto, la vida adquirió un carácter casi urbano y trágico: un cementerio con la frase “La Guardia Civil muere, pero no se rinde”, refugios excavados bajo las bombas y niños aprendiendo a distinguir proyectiles antes que letras. Conforme el asedio se endurecía, la supervivencia dependía de inventiva pura y dura. Y ahí entran en escena los protagonistas más inesperados del conflicto: los pavos.

Pavos paracaidistas: la solución insólita que mantuvo con vida al Santuario

La única forma de abastecer el cerro era desde el aire, pero el terreno abrupto convertía cualquier caída en un siniestro asegurado. Los paracaídas convencionales apenas servían: el espacio era mínimo y el viento jugaba malas pasadas. Fue entonces cuando apareció la creatividad bélica más pintoresca del conflicto.

El aviador Carlos de Haya, especialista en vuelos arriesgados y encargado de buena parte de las misiones de aprovisionamiento, lanzó decenas de cargas pesadas con un estilo que le valió el apodo de “el Panadero”. Pero las provisiones delicadas, especialmente los medicamentos, exigían otra cosa. Algo más suave, más seguro… y más vivo.

Se decidió atar pequeños paquetes a las patas de pavos vivos y soltarlos directamente sobre la vertical del Santuario. El aleteo desesperado del animal frenaba la caída, permitía que la carga llegase intacta y, además, ofrecía un recurso adicional: el ave podía comerse. Eran paracaídas rudimentarios, sí, pero también un pequeño milagro gastronómico en un cerro donde un soplo de aire fresco ya contaba como desayuno.

La imagen de pavos descendiendo suavemente mientras las bombas caían a su alrededor merece, por sí sola, un lugar peculiar en la historia militar española.

El asalto final del 1 de mayo de 1937

Cuando los republicanos reunieron brigadas, artillería, carros de combate y apoyo aéreo para el ataque final, el Santuario ya era un cascarón golpeado, rodeado de trincheras y cuerpos exhaustos.

Los días previos a la ofensiva definitiva fueron un martilleo constante. El Santuario quedó reducido a ruinas. Solo una treintena de defensores, famélicos y enfermos, pudieron oponer una resistencia simbólica. Cortés cayó gravemente herido y moriría poco después. Con una bandera blanca sostenida por un guardia de asalto prisionero, el cerco tocó a su fin el 1 de mayo de 1937.

Ruinas, misterios y una memoria atravesada por pavos que caían del cielo

La destrucción fue casi total. La imagen original de la Virgen desapareció sin dejar rastro, abriendo un enigma que sigue alimentando debates y silencios. Tras la guerra, el régimen reconstruyó el Santuario y canonizó el episodio en clave heroica, incluso con una película que omitía —cómo no— los pavos paracaidistas.

Hoy, el cerro del Cabezo continúa recibiendo visitantes atraídos por la devoción, la historia o el paisaje. Muchos desconocen que, entre los capítulos oscuros de la Guerra Civil, hubo un episodio donde la supervivencia dependió, literalmente, de unas aves que se negaban a caer en picado. Un detalle casi cómico en mitad de una tragedia, y quizá por eso mismo, inolvidable.

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Vídeo: “Resistir hasta morir. El Santuario de la Virgen de la Cabeza”

Fuentes consultadas

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