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DJ Cooper y su embarazo: la increíble historia del jugador “embarazado”

Hay controles antidopaje que detectan esteroides, otros que pillan restos de cocaína, y luego está el que convirtió a Donell “D. J.” Cooper Jr. en el protagonista involuntario de una historia digna de sobremesa. Aquel análisis de 2018, pensado para certificar que todo estaba en orden, arrojó un resultado que dejó a medio mundo rascándose la cabeza: el jugador estaba “embarazado”.

El misterio duró lo justo. La explicación, tan poco épica como desternillante, se reveló pronto: Cooper había intentado sortear el control entregando orina de su pareja, sin saber que esperaba un hijo. La hormona que delata un embarazo hizo el resto. El intento de trampilla, que tal vez pensó como un movimiento discreto, terminó convertido en meme deportivo y en un caso de estudio sobre cómo un mal plan puede desmontarse solo.

Quién era D. J. Cooper antes del escándalo

Para poner la historia en contexto conviene recordar que Cooper no era un aventurero ocasional del baloncesto europeo. Formado en la Universidad de Ohio, se ganó fama de base inteligente, rápido y con un instinto casi clínico para repartir asistencias. No fue elegido en el draft de la NBA, pero en Europa encontró un escenario donde su estilo maduró sin prisas.

Pasó por equipos griegos, brilló en Francia y llegó a ser nombrado mejor jugador de la liga francesa en la temporada 2016-2017. Su etapa posterior en el Mónaco confirmó lo que muchos ya intuían: estaba ante un director de juego fiable, con cerebro, con mando en pista y con suficiente carisma silencioso como para ganarse el respeto del vestuario sin necesidad de aspavientos.

Era el retrato típico del estadounidense que, lejos del ruido de la NBA, construye una carrera sólida entre pabellones entregados, salarios dignos y una rutina deportiva tranquila. El tipo de jugador que, sin hacer mucho ruido, acaba siendo imprescindible.

El sueño balcánico: Bosnia en el horizonte

Mientras sumaba temporadas en clubes europeos, Cooper buscaba algo más: jugar con una selección nacional. Bosnia y Herzegovina parecía la puerta ideal para un jugador de su perfil. El plan de naturalizarse incluía papeleo, trámites deportivos y, como es habitual, un control antidopaje para certificar que todo estaba en regla.

La prueba debía ser un simple requisito burocrático, uno de esos trámites que se cumplen sin mayor historia. Pero Cooper, por razones que solo él conoce, decidió entregar orina que no era suya. Creyó, quizá, que así evitaría cualquier susto derivado de una sustancia dudosa. Optó por la muestra de su pareja y ahí empezó una comedia de errores digna de una serie de enredos.

Cuando el laboratorio anuncia un embarazo inesperado

El equipo de análisis hizo su trabajo. Y, entre los marcadores habituales, apareció la hormona gonadotropina coriónica humana, la misma que detectan los test de embarazo de farmacia. No era una sustancia menor ni un detalle que pasara desapercibido.

El laboratorio concluyó, con toda frialdad técnica, que la muestra correspondía a una mujer embarazada. El resultado desmontó la farsa en un segundo. A la evidente conclusión de que Cooper no había entregado su orina, se sumó la revelación de que la mujer cuya muestra utilizó esperaba un hijo sin saberlo.

Aunque la federación internacional se limitó a calificar el caso como un fraude antidopaje, la historia resultó tan jugosa que los medios deportivos la adoptaron de inmediato, convirtiéndola en uno de esos episodios que viajan rápido y que se cuentan entre carcajadas nerviosas.

La sanción de FIBA y el precio de la trampa

La respuesta institucional fue tajante. Cooper recibió una suspensión de dos años por manipulación del control antidopaje, una falta grave dentro de la normativa que rige estas pruebas. Desde 2018 hasta 2020 quedó fuera de cualquier competición bajo la órbita internacional.

DJ Cooper embarazo

Unas semanas antes, el jugador había justificado su salida repentina del Mónaco alegando “motivos familiares”, una fórmula elegante que se usa a menudo para tapar incendios. Con la historia ya al descubierto, aquel eufemismo adquirió un tono casi cómico: no eran tanto “motivos familiares” como “motivos hormonales”.

El castigo no se basó en el consumo de ninguna sustancia prohibida, sino en el intento consciente de engañar al sistema. En el terreno jurídico-deportivo, la maniobra pesaba tanto como un positivo real.

Lo que este caso cuenta sobre el dopaje moderno

El caso Cooper es ya un clásico entre las anécdotas sobre dopaje, útil para recordar que las trampas improvisadas rara vez salen bien. No fue un plan sofisticado ni una operación digna de película: solo una estrategia mal pensada, ejecutada sin demasiado cálculo y desmontada por una hormona que no entiende de secretos.

La hCG, además de señalar embarazos, puede aparecer en algunos métodos de dopaje, lo que explica por qué los laboratorios prestan especial atención a sus niveles. Esa doble función convierte lo ocurrido en un recordatorio de que los controles no están para cumplir el trámite, sino para detectar cualquier anomalía, ya venga por sustancias prohibidas o por creatividad desbordada del deportista.

La historia del “jugador embarazado” continúa circulando como una de esas rarezas que el deporte regala de vez en cuando. Bajo la risa fácil se esconde una idea clara: en un sistema de vigilancia cada vez más meticuloso, los atajos no solo fallan, también dejan huella.

Vídeo: “DJ Cooper Supplies Pregnant Urine Sample! NBA 2019 Scandal”

Fuentes consultadas

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