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Día de Zamenhof: historia, significado y celebración esperantista

Cada 15 de diciembre, mientras buena parte del mundo anda a la carrera con los preparativos navideños, un grupo sorprendentemente disciplinado de personas se reúne para celebrar el cumpleaños de un oftalmólogo polaco del siglo XIX. No fue santo ni rey, tampoco inventó nada que cambiara la domesticidad moderna. Inventó, de hecho, algo mucho más desconcertante: un idioma que, contra cualquier pronóstico razonable, sigue vivo. Es el Día de Zamenhof, la festividad mayor de quienes hablan, estudian o simplemente admiran el esperanto.

¿Quién fue Zamenhof y por qué tiene su propio día?

Ludwik Lejzer Zamenhof vino al mundo el 15 de diciembre de 1859 en Białystok, en aquella época bajo dominio del Imperio ruso. Creció en una ciudad donde convivían, con más fricciones que abrazos, polacos, rusos, judíos, alemanes, lituanos y todo un tapiz de comunidades que hablaban idiomas distintos y desconfiaban unas de otras con idéntico entusiasmo.

La casa familiar tampoco era un remanso lingüístico. Su padre, profesor de idiomas, le hablaba en ruso; su madre, en yidis. El barrio añadía polaco, alemán y otras lenguas a la mezcla diaria. En lugar de huir del caos, aquel niño concluyó que el problema no eran los vecinos, sino aquella maraña idiomática que convertía cualquier conversación en un campo minado. Ese niño era Zamenhof.

De adulto estudió Medicina en Moscú y Varsovia, se especializó en Oftalmología y ejerció como médico mientras acariciaba una idea que le acompañaba desde la adolescencia: crear una lengua sencilla, neutra y fácil de aprender que ayudara a que la gente de distintos lugares pudiera entenderse sin intermediarios. Una afición, desde luego, poco común.

En 1887 presentó oficialmente su lengua internacional en un pequeño libro que acabaría siendo histórico: el Unua Libro. No era solo un manual con gramática y vocabulario; era también una declaración de intenciones donde se defendía la paz, la igualdad entre pueblos y la posibilidad de hablar sin jerarquías lingüísticas. Con el tiempo, aquellas páginas dieron lugar a una comunidad que aún hoy celebra congresos, produce literatura propia y mantiene vivo un día en honor a su creador.

Zamenhof, por cierto, fue propuesto en varias ocasiones al Premio Nobel de la Paz, aunque nunca llegó a ganarlo. En compensación, su cumpleaños se transformó en la fecha más importante del universo esperantista. Hay quien se queda sin Nobel, pero logra que miles de personas celebren su aniversario cada año.

Origen del Día de Zamenhof: de cumpleaños íntimo a celebración mundial

El Día de Zamenhof, también conocido como Día del Libro en Esperanto, se celebra cada 15 de diciembre para recordar su nacimiento. Es la efeméride por excelencia dentro de la cultura esperantista y la que reúne mayor número de actividades y eventos.

La idea no surgió en un despacho oficial ni fue fruto de una resolución solemne. Apareció en los años veinte, impulsada por escritores y activistas que vieron en el cumpleaños del fundador una ocasión perfecta para unir admiración biográfica y promoción cultural. La propuesta cuajó enseguida: si había que escoger un día para celebrar el esperanto, ¿qué mejor que el del hombre que lo soñó, lo planificó y lo publicó?

Desde el principio, la celebración se concibió como una jornada dedicada al libro en esperanto. Su espíritu era animar a leer, a escribir y a comprar publicaciones en esta lengua. De ahí la denominación alternativa que todavía pervive: Día del Libro en Esperanto.

Con el paso del tiempo, la festividad se convirtió en una mezcla muy característica de aniversario, feria literaria y reunión amistosa. En muchos grupos se adoptó la costumbre de intercambiar libros, presentar novedades editoriales, compartir lecturas y, cómo no, hacerse algún pequeño regalo con aroma lingüístico. Un 15 de diciembre sin libros en esperanto resulta, para muchos, un día incompleto.

Qué se hace exactamente el 15 de diciembre

La teoría está muy bien, pero la práctica siempre intriga más. ¿Qué hacen exactamente los esperantistas para celebrar el Día de Zamenhof?

En la mayoría de los países, los actos consisten en encuentros locales organizados por asociaciones o clubes. A menudo se trata de reuniones sencillas, con café, pastas y una charla introductoria. En otras ocasiones se preparan programas más ambiciosos que incluyen conferencias, recitales poéticos, actividades lúdicas y una cena final en la que la conversación cambia de la lingüística al menú con total naturalidad.

La estructura más habitual suele incluir tres momentos clave:

Una charla sobre la vida de Zamenhof y el contexto histórico en el que surgió el esperanto.

Lectura o presentación de obras literarias en esperanto, desde poesía clásica hasta relatos modernos.

Intercambio de libros o pequeños obsequios relacionados con el idioma.

En España, asociaciones como la Federación Española de Esperanto y colectivos locales de distintas ciudades organizan actos alrededor de esa fecha. En Bilbao, por ejemplo, se celebran encuentros que combinan charlas, reconocimientos a los estudiantes del año y una comida posterior, porque en este país la celebración se completa, inevitablemente, alrededor de una mesa.

Más allá de la península, el día sirve para abrir el idioma al público general. Instituciones culturales, bibliotecas y grupos locales aprovechan la fecha para organizar lecturas abiertas, exposiciones o encuentros en los que se invita a la ciudadanía a acercarse al esperanto sin necesidad de compromiso ni matrícula. En los últimos años, además, han proliferado las reuniones virtuales, donde aficionados de distintos continentes conversan y leen juntos.

El libro sigue siendo el protagonista absoluto. En muchas asociaciones se anima a los miembros a comprar al menos un libro en esperanto cada 15 de diciembre. Es una manera simbólica, pero eficaz, de mantener viva la producción literaria en una lengua que depende, en gran parte, del entusiasmo de su comunidad.

Día de Zamenhof y Día del Esperanto: no, no son lo mismo

Conviene aclararlo, porque la confusión es frecuente. El movimiento esperantista maneja dos fechas señaladas y no significan lo mismo, aunque a veces se mezclen en la memoria colectiva.

El 15 de diciembre es el Día de Zamenhof, una jornada centrada en la figura del creador y en la cultura escrita en esperanto. Es, por así decirlo, el aniversario personal del inventor del idioma.

El 26 de julio es el Día del Esperanto, fecha en la que se recuerda la publicación del Unua Libro en 1887, considerado el nacimiento oficial del idioma como proyecto público. Una cosa es celebrar a la persona, y otra celebrar la obra.

Durante décadas, ambas fechas se confundieron ocasionalmente, pero hoy la comunidad procura diferenciarlas. El 26 de julio se dedica sobre todo a difundir el idioma, mientras que el 15 de diciembre se reserva para la parte cultural y el homenaje biográfico.

Para quien se enfrenta a esta dualidad por primera vez, basta con un esquema básico: en julio se celebra que el esperanto existe; en diciembre que, además, tiene historia, libros y un cumpleaños que merece un hueco en las agendas de sus simpatizantes.

Un idioma “artificial” con consecuencias muy reales

El Día de Zamenhof recuerda también que aquello que muchos despacharon durante años como un experimento excéntrico continúa siendo, sorprendentemente, una lengua viva. El esperanto es, probablemente, la lengua planificada más difundida del mundo. Se utiliza en congresos internacionales, encuentros juveniles, clubes de conversación y redes sociales donde sus hablantes mantienen una actividad constante.

En Internet tiene presencia propia, con foros, plataformas de estudio, páginas informativas, wikis y vídeos creados directamente en esperanto. Nada mal para una lengua que nació entre apuntes escolares más que entre catedráticos.

Día de Zamenhof

La filosofía de Zamenhof combinaba lingüística y ética. Una lengua regular y sencilla, decía, debía servir como herramienta neutral entre pueblos diversos. No pretendía desplazar a las lenguas maternas, sino reducir los malentendidos que podían convertir un encuentro internacional en una confusión interminable.

Es cierto que el esperanto nunca se convirtió en la lengua diplomática universal que soñaba su creador. Pero sí logró algo más duradero: una comunidad global que lleva más de un siglo escribiendo, traduciendo, editando y conversando con una constancia admirable. El Día de Zamenhof se ha establecido como el punto de reunión anual para esa red de hablantes repartidos por todos los continentes.

Quien se acerque hoy a la literatura esperantista encontrará novelas, poesía, cómic, canciones, obras teatrales y un buen número de traducciones de la literatura universal. El 15 de diciembre recuerda que estas obras necesitan lectores para evitar que las estanterías se conviertan en simple decoración cultural.

Curiosidades del Día de Zamenhof y de su protagonista

El Día de Zamenhof arrastra consigo un repertorio de anécdotas que muestran hasta qué punto la creación de un idioma puede generar episodios inesperados.

En 2009, el buscador más popular del mundo decidió rendir homenaje al creador del esperanto con un diseño especial de su logotipo por el 150 aniversario de su nacimiento. Durante unas horas, muchos usuarios descubrieron, para su sorpresa, que existía un idioma internacional concebido por un oculista polaco del siglo XIX.

En 1959, la Unesco aprobó una resolución reconociendo la contribución del esperanto al entendimiento entre los pueblos. Años más tarde respaldó también la conmemoración del centenario de la muerte de su creador. No llegó a convertirlo en figura oficial de la humanidad, pero sí otorgó cierta legitimidad internacional al proyecto.

Białystok, la ciudad donde creció Zamenhof, ha incorporado su figura en una ruta patrimonial que incluye la casa familiar y un centro cultural dedicado al esperanto. Un giro irónico de la historia: el chico que pasaba su infancia observando discusiones entre vecinos de distintas lenguas se ha convertido en atractivo turístico y símbolo de diversidad cultural.

En otras ciudades, su nombre aparece en calles, plazas y avenidas, desde Italia hasta Suecia. La geografía urbana demuestra, con una discreción casi poética, que el esperanto ha dejado más huella de lo que pudiera parecer.

Zamenhof, que vivió con modestia, trabajó como médico en entornos humildes y dedicó sus noches a contestar cartas y perfeccionar su lengua, difícilmente habría imaginado que su cumpleaños se celebraría un siglo después con tartas, libros y reuniones que cruzan fronteras gracias a la tecnología.

El Día de Zamenhof como termómetro de una comunidad

El 15 de diciembre sirve, además, como una especie de revisión informal del estado del movimiento esperantista. Sin recurrir a grandes estadísticas, la celebración permite comprobar cuántos grupos siguen activos, qué editoriales continúan publicando y cuánta energía conserva la comunidad.

Cuando aparece un cartel anunciando un “Zamenhofa Tago”, lo más probable es que exista detrás un grupo de personas que se reúne, se coordina y mantiene vivo un espacio cultural que no depende de modas ni presupuestos públicos. Cada acto es a la vez homenaje y declaración de continuidad.

Día de Zamenhof

El esquema se repite desde Bilbao hasta Taipei: se recuerda al creador, se lee literatura, se comentan proyectos del año y se brinda por la vitalidad del idioma. La ironía histórica es inevitable: una lengua nacida del hartazgo de un adolescente que veía a sus vecinos discutir ha acabado generando una red internacional dedicada, precisamente, a conversar.

Y así, entre luces navideñas y prisas de fin de año, el Día de Zamenhof persiste como una cita inesperada en el calendario: la celebración del cumpleaños de un médico que decidió que, si el mundo iba a debatir sin descanso, al menos podía hacerlo en una lengua que todos pudieran entender. Para la comunidad esperantista, eso sigue mereciendo cada diciembre un libro nuevo, un encuentro y un brindis teñido de verde.

Vídeo: “El iniciador del Esperanto Ludoviko Lázaro Zamenhof / 2020”

Fuentes consultadas

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