La historia suele vestirse con gesto solemne y aire académico, pero en ocasiones se arma con ingredientes mucho más caseros: una llave, un poco de cera de vela, un dibujo humorístico y un pastel de frutas. En el caso de Éamon de Valera, uno de los arquitectos de la Irlanda contemporánea, su viaje de preso incómodo del Imperio a líder nacional pasó, literalmente, por un bizcocho bien cargado de fruta confitada.
La célebre fuga de la prisión de Lincoln, en 1919, tiene sabor a comedia negra. Nada en ella fue un juego, a pesar de que la trama parecía ideada por un guionista con mala idea y mucha imaginación. Detrás de aquel pastel había guerra, clandestinidad, propaganda y un pulso directo al orgullo británico en pleno proceso de independencia irlandesa.
Para comprender cómo un hombre acabó enviando limas escondidas en un bollo, conviene colocar primero las piezas.
Del Alzamiento de Pascua a una celda inglesa
Éamon de Valera no cayó del cielo en esta historia. Había sido uno de los mandos del Alzamiento de Pascua de 1916, al frente del batallón destacado en Boland’s Mill, en Dublín. Tras la derrota, lo detuvieron y lo condenaron a muerte, aunque su sentencia se conmutó, a diferencia de la de muchos compañeros fusilados sin contemplaciones.
En los años posteriores, de Valera se convirtió en un referente del republicanismo. Cuando Sinn Féin arrasó en las elecciones británicas de 1918 en Irlanda, él se erigió en símbolo de aquel ciclón electoral. Los diputados electos para Westminster decidieron no acudir a Londres y constituyeron en Dublín un parlamento propio, el Dáil Éireann, proclamando de facto una república.
El problema fue que en enero de 1919, cuando se inauguró el Dáil, él no estaba allí para la fotografía. Llevaba meses encarcelado en Inglaterra, acusado de participar en un supuesto complot con Alemania, más una maniobra política que un plan real. Así terminó en la prisión de Lincoln, en Lincolnshire, considerado formalmente un enemigo del Imperio.
Que la figura más visible del republicanismo estuviera entre rejas mientras su partido hacía política a contracorriente era un desastre diplomático y un contratiempo estratégico. Michael Collins, cerebro meticuloso y amante de las operaciones imposibles, sabía que aquello no podía prolongarse. La fuga no era un capricho heroico: era una necesidad política urgente.
El monaguillo más inquietante de Lincoln
Una vez en Lincoln, de Valera no se resignó a observar el horizonte a través de los barrotes. Sabía que, si quería salir, debía fabricar su oportunidad. Y aquí entra la escena más insólita de la historia: el preso convertido en monaguillo.
Se ofreció para ayudar en la capilla de la prisión. No solo por devoción —que también—, sino porque el altar era uno de los pocos lugares donde las llaves cambiaban de manos sin vigilancia constante. Su objetivo era claro: tomar una impresión de la llave principal del capellán, la que abría las zonas realmente importantes.
Un día, el sacerdote dejó las llaves demasiado cerca. De Valera aprovechó el instante: tomó la llave prestada, volvió a su celda con la naturalidad del que lleva un misal, y allí empezó la fase artesanal del plan. Con restos de cera de vela, ablandados entre las manos, obtuvo un molde bastante preciso. Cuando devolvió la llave, nadie imaginó que había pasado unos minutos sobre un bloque de cera tibia.
Ya tenía el molde. Faltaba lo más complicado: convertir aquel trozo de cera en una llave metálica sin taller, sin herramientas y con una vigilancia que no permitía ni bostezar sin permiso.
Una postal disfrazada de broma
La solución llegó gracias al talento inesperado de un compañero de celda, Seán Milroy, hábil caricaturista. Toda comunicación con el exterior pasaba por manos de los censores, así que hacía falta un mensaje que pareciera una simple broma, pero que contuviera la información técnica del molde.

Milroy dibujó a un hombre borracho intentando abrir una puerta con una llave gigantesca que no encajaba. Parecía un chiste visual sin más, pero la “llave desproporcionada” era en realidad un calco exacto del molde de cera, con proporciones que permitían replicarla en metal. La postal salió de la prisión con la misma inocencia aparente con la que entra un saludo navideño.
A partir de aquel dibujo, un grupo de colaboradores decidió fabricar la llave. Con el modelo metálico terminado, faltaba resolver un detalle no menor: introducirla en la prisión sin levantar sospechas.
Pasteles con truco: tres intentos y un milagro repostero
La idea surgió con la naturalidad de quien mezcla harina y huevos: esconder la llave en un pastel. El encargado de llevarlo fue Fintan Murphy, un colaborador externo. Enviar comida a un preso político era habitual en aquellos tiempos y no despertaba suspicacias… al menos en teoría.
El jefe de los guardias, sin embargo, no era tan confiado. Al ver la tarta, sospechó. Armado con un cuchillo afilado, empezó a pinchar la masa desde todos los ángulos, como quien busca un tesoro mal enterrado. Milagrosamente, no tocó la llave. El pastel pasó el control y llegó a la celda. El problema surgió al probar la llave en la cerradura: era demasiado pequeña.
La cera del molde, al secarse, se había encogido. Ese pequeño detalle convirtió la llave fabricada en una versión reducida del original. La física, caprichosa como pocas, había saboteado un plan de espionaje impecable.
Hubo que repetir la operación. Milroy elaboró un nuevo dibujo, esta vez camuflando la silueta de la llave en un diseño celta repleto de nudos y filigranas. Nueva fabricación, nuevo pastel, nueva inspección con cuchillo… y nuevo fracaso. La llave volvió a no encajar.
El plan empezaba a parecer una broma pesada. Tres pasteles para un solo preso podían levantar sospechas, y cada error retrasaba semanas la fuga. En ese clima de frustración apareció un protagonista inesperado: Peter de Loughry, también preso en Lincoln y experto en cerrajería.
De Loughry propuso algo más sensato: enviar una llave virgen y un pequeño juego de limas escondidos en un pastel. Él mismo fabricaría una copia exacta desmontando una cerradura desde el interior.
Así se hizo. El tercer pastel ocultaba una llave sin tallar y unas limas. Pasó la inspección, de nuevo de milagro, y llegó al destinatario. Dentro de la prisión, Loughry desmontó una cerradura y talló con paciencia una llave hecha a medida. Esta vez, la precisión no dependía de dibujos ni de cera, sino de un cerrajero decidido.

Finalmente, tenían la llave que abría la puerta correcta.
La madrugada del 3 de febrero: abrir, cerrar y desaparecer
Solo faltaba escoger el momento. La madrugada del 3 de febrero de 1919 reunió el silencio y la rutina necesarios para intentarlo. Fuera de la prisión, Michael Collins y Harry Boland esperaban, listos para actuar si algo fallaba.
De Valera, McGarry y Milroy probaron la llave maestra. Al principio ofreció resistencia. Girarla sin romperla requería más pulso que fuerza. Tras unos segundos que debieron parecer eternos, cedió.
Abrieron sus celdas, salieron al pasillo y volvieron a cerrarlas tras ellos, como si quisieran dejar un rastro de normalidad. Con la misma llave fueron abriendo puertas sucesivas, hasta alcanzar las zonas menos vigiladas. Nada de túneles, cuerdas o explosivos: solo una llave bien hecha y mucha serenidad.
Fuera del recinto, la red republicana había preparado todo al detalle. Algunas jóvenes irlandesas, según ciertos relatos, distrajeron a varios guardias para facilitar el movimiento de los fugados. Una vez sorteados los muros, atravesaron los huertos y jardines hasta llegar a la calle. Allí tomaron un taxi que los alejó de Lincoln camino de un refugio seguro.
A ojos del Imperio, aquello fue una humillación. Tres presos considerados peligrosos habían salido por la puerta con una llave fabricada en secreto, se habían reunido con el hombre más buscado del movimiento independentista y se habían esfumado sin que nadie lo advirtiera a tiempo.
El pastel que impulsó a un jefe de gobierno
La fuga tuvo un impacto político inmediato. En abril de 1919, de Valera se presentó en el Dáil Éireann y asumió la presidencia del gobierno revolucionario irlandés, reforzando la legitimidad del movimiento frente a Londres. El preso fugado convertido en gobernante era una imagen difícil de digerir para las autoridades británicas.
Además, la operación consagró a Michael Collins como maestro absoluto de las acciones clandestinas. La fuga de Lincoln se convirtió en un triunfo propagandístico de primer orden y demostró que el movimiento republicano podía burlar a uno de los sistemas penitenciarios más estrictos del mundo con ingenio, organización y una buena dosis de audacia.
Con el tiempo, la historia adquirió un brillo casi legendario. Museos irlandeses conservan llaves relacionadas con la fuga, entregadas años más tarde por testigos directos. También se han escrito libros sobre figuras aparentemente secundarias, como Peter de Loughry, cuyo papel fue decisivo para que la historia funcionara.
Y permanece la gran ironía de fondo. El hombre que escapó con ayuda de un molde de cera, una postal caricaturesca y tres pasteles terminó siendo varias veces jefe de gobierno y presidente de Irlanda, figura central de su vida política durante décadas.
Aquel pastel que ningún guardia se comió se convirtió, de forma improbable, en un ingrediente más de la independencia de un país entero. Y dejó claro que, en ocasiones, la historia no se escribe con tinta… sino con fruta confitada.
Vídeo: “Éamon de Valera’s Lincoln Jailbreak – 100 Years Ago”
Fuentes consultadas
- Wikipedia. (s. f.). Éamon de Valera. En Wikipedia, la enciclopedia libre.
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89amon_de_Valera - Biografías y Vidas. (s. f.). Eamon De Valera. En Biografías y Vidas.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/de_valera.htm - Gráinséir, S. (2019, 8 febrero). Irish Legal Heritage: Éamon de Valera’s escape from prison. Irish Legal News.
https://www.irishlegal.com/articles/irish-legal-heritage-amon-de-valera-s-escape-from-prison - Muñiz, F. (2020, 20 marzo). La pax británica o como Inglaterra ha invadido el 90 % del planeta. El café de la Historia.
https://www.elcafedelahistoria.com/pax-britanica/ - National Museum of Ireland. (s. f.). Keys, Lincoln Jail escape, February 1919. National Museum of Ireland.
https://www.museum.ie/en-IE/Collections-Research/Collection/Internment%2C-Imprisonment-and-Escape/Artefact/Keys%2C-Lincoln-Jail-escape%2C-February-1919/9bbad3b3-1026-4d3b-9828-76440df5735a - Fater, L. (2019, 1 agosto). The Fruitcake Prison Break That Reshaped Irish History. Atlas Obscura.
https://www.atlasobscura.com/articles/hiding-key-in-fruitcake-prison
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






