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Día Internacional de los Derechos de los Animales: origen, significado y claves

Cada 10 de diciembre, mientras los informativos repiten una y otra vez titulares sobre el Día de los Derechos Humanos, hay otra conmemoración que se desliza por el calendario con la discreción de quien no quiere molestar, pero molesta igual: el Día Internacional de los Derechos de los Animales. Una fecha que recuerda, con bastante menos delicadeza de la que algunos quisieran, que el resto de especies no son decoración con patas ni mercancía con ojos, sino criaturas que sienten, padecen y, para colmo, reclaman un trato moralmente digno.

Puede imaginarse esta jornada como una especie de versión ampliada de los derechos humanos, una prolongación lógica de ese mismo principio de respeto fundamental, pero aplicada a perros, vacas, gallinas, pulpos o ratas de laboratorio. Todo está pensado para sacudir el cómodo antropocentrismo con el que la sociedad avanza sin mirar demasiado a los lados. Incluso la fecha actúa como recordatorio: ¿qué idea tiene uno de “vida digna” cuando la que vive no es una persona?

Qué es el Día Internacional de los Derechos de los Animales y cuándo se celebra

Esta jornada se celebra cada año el 10 de diciembre con un propósito tan simple de enunciar como difícil de llevar a la práctica: reconocer que los animales son seres que sienten y, por tanto, merecen una protección esencial comparable a la que se defiende para los humanos.

Se trata de un día de acción global en el que protectoras, asociaciones, activistas e instituciones públicas coordinan campañas de concienciación, concentraciones, vigilias, charlas y actividades divulgativas. En el fondo, todo gira en torno al mismo eje: denunciar la explotación sistemática de animales en la ganadería intensiva, la experimentación científica, la industria del entretenimiento y la moda, así como el continuo abandono de animales de compañía.

El tono varía mucho según el país o el colectivo. Hay actos sobrios y emotivos en memoria de los animales sacrificados, performances que buscan incomodar al paseante despistado y campañas en redes sociales que recuerdan, sin demasiada dulzura, que detrás de un filete, de un abrigo de pelo o de una función circense hay decisiones humanas muy concretas.

Un 10 de diciembre con doble apellido: derechos humanos y derechos animales

El 10 de diciembre no se eligió al azar. Coincide deliberadamente con el Día de los Derechos Humanos, proclamado por la ONU en 1948. El paralelismo no es casual ni tímido: si se entiende que todos los seres humanos poseen una dignidad inherente que exige protección, quizá ha llegado el momento de admitir que los animales también tienen intereses que merecen ser tomados en serio.

El Día Internacional de los Derechos de los Animales fue instaurado en 1998 por la organización británica Uncaged, que aprovechó el 50.º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para lanzar un mensaje incómodo y directo: los animales también sienten dolor, miedo y placer, y no se les puede seguir tratando como simples recursos a disposición del ser humano.

No todo el mundo ha recibido con agrado este paralelismo. Juristas y filósofos llevan años discutiendo si tiene sentido hablar de “derechos” en un contexto jurídico pensado para humanos. Otros sostienen que precisamente ese lenguaje sirve para cuestionar un sistema legal que, durante siglos, ha favorecido al Homo sapiens incluso cuando no había mucha justificación más allá del hábito.

Mientras tanto, conceptos como dignidad, interés, sufrimiento y responsabilidad se enfrentan en un duelo silencioso que cada año vuelve a plantear la misma pregunta incómoda: si se condena la tortura de personas, ¿qué se hace con el sufrimiento legalizado de millones de animales?

De la Declaración Universal de los Derechos del Animal a las leyes actuales

Mucho antes de que existiera esta jornada ya había intentos de articular una especie de constitución moral para el resto de especies. En 1978 se proclamó en París la Declaración Universal de los Derechos del Animal, impulsada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal y diversas organizaciones afines. El texto constaba en origen de catorce artículos que afirmaban principios tan rotundos como que todos los animales tienen derecho a la existencia, a ser respetados y a no sufrir malos tratos ni actos de crueldad.

En 1989, la declaración fue revisada y reducida a diez artículos para facilitar su difusión. Y aquí llega uno de esos detalles que siempre se pierden en las campañas virales: aunque se leyó públicamente en una sede de la UNESCO, ni la UNESCO ni la ONU la han adoptado como texto oficial. Tiene un gran valor simbólico e inspirador, pero carece de rango jurídico internacional.

Aun así, sus principios han servido de referencia para normativas locales y estatales, especialmente en Europa. Las leyes de protección animal, las ordenanzas municipales y determinados códigos administrativos recogen ideas presentes en la declaración: prohibición del maltrato, reconocimiento de la sensibilidad animal, obligación de ofrecer condiciones de vida adecuadas y respeto al comportamiento natural de cada especie.

Qué derechos se reivindican realmente para los animales

El nombre de la jornada puede inducir a pensar que se pretende otorgar derechos idénticos a los de las personas, pero la realidad es mucho más concreta. Las reivindicaciones se centran en unos pocos principios fundamentales.

Uno de ellos es el derecho a la vida y a no ser matado de forma arbitraria o cruel, especialmente en industrias que trabajan con animales a gran escala. Otro es el derecho a no sufrir torturas, abusos ni experimentos dolorosos cuando existan alternativas fiables. También se reclama el derecho de cada especie a vivir según su naturaleza: que un cerdo pueda moverse, que un ave pueda extender las alas o que un delfín no pase su vida en una piscina diminuta.

En el ámbito de los animales de compañía, las demandas son más cotidianas: evitar el abandono, garantizar atención veterinaria básica, alimentación adecuada y una convivencia digna. Las campañas recuerdan que un compañero animal no es un juguete que se compra en diciembre y se desecha en verano.

A nivel jurídico, muchos países —incluido España— han empezado a reconocer a los animales como seres vivos dotados de sensibilidad. Sin embargo, rara vez se habla de ellos como sujetos de derecho propiamente dichos. Lo que emerge es una categoría intermedia: no son cosas, no son personas, pero exigen protección y consideración.

Cómo se celebra: velas, marchas, actos simbólicos y menús sin carne

La jornada no tiene un protocolo oficial, pero sí costumbres que se repiten en numerosos lugares. Es habitual encontrar concentraciones frente a mataderos, performances silenciosas en plazas, lecturas públicas de la Declaración Universal de los Derechos del Animal y actos de adopción responsable organizados por protectoras.

En muchas ciudades se realizan vigilias con velas en memoria de los animales sacrificados. En otras, la fecha se aprovecha para celebrar charlas, mesas redondas y ferias de adopción. Las redes sociales, por su parte, se convierten en un enorme escaparate donde se lanzan mensajes de denuncia, vídeos, ilustraciones y campañas informativas.

Hay colectivos que utilizan el día para pedir reformas legales: limitar la ganadería intensiva, prohibir espectáculos con animales, mejorar los mecanismos contra el maltrato o fomentar un consumo menos dependiente de la explotación animal. También abundan las iniciativas gastronómicas que animan a probar platos sin carne, demostrando que la cocina puede ser igualmente sabrosa sin recurrir a mataderos.

A quien observe el conjunto con algo de distancia le aparecerá una estampa heterogénea: el activista encadenado a una valla, la protectora que organiza una feria, el ayuntamiento que sube a redes una foto solemne. Durante veinticuatro horas, todos parecen remar en la misma dirección.

España: de los animales-cosa a los seres sintientes

En España, este día llega acompañado de una transformación jurídica profunda. Hasta hace poco, el Código Civil consideraba a los animales como bienes muebles, una categoría legal que los ponía al nivel de cualquier objeto duradero del hogar.

La situación cambió con la aprobación de la Ley 17/2021, que introdujo un reconocimiento clave: los animales se consideran seres vivos dotados de sensibilidad. No se les equipara a las personas en términos jurídicos, pero sí se obliga a tener en cuenta su bienestar en cualquier relación legal que los afecte.

Este cambio ha tenido repercusiones prácticas. En divorcios, por ejemplo, los jueces pueden establecer custodias compartidas o regímenes de visitas basados en el interés del animal. También se impide el embargo de animales de compañía como si fueran meros objetos y se limita su vinculación a cargas hipotecarias.

Que esta reforma coincida con la creciente visibilidad del Día Internacional de los Derechos de los Animales no es mera casualidad: refleja un giro social que reconoce la sensibilidad animal y rechaza su antigua condición de “cosa mueble”.

Diferencias entre el Día Internacional de los Derechos de los Animales y el Día Mundial de los Animales

Conviene no confundir fechas. Además del 10 de diciembre, existe el Día Mundial de los Animales, que se celebra cada 4 de octubre, coincidiendo con la festividad de San Francisco de Asís.

Esta jornada, con casi un siglo de historia, se centra en el bienestar animal entendido de forma amplia. No busca tanto reivindicar derechos concretos como sensibilizar sobre el cuidado general de todas las especies.

día internacional de los derechos de los animales

El Día Internacional de los Derechos de los Animales, en cambio, adopta un enfoque más jurídico y filosófico. Defiende explícitamente que los animales poseen derechos que deben ser reconocidos y protegidos, y actúa como altavoz para discursos sobre liberación animal, veganismo ético y críticas estructurales a industrias basadas en la explotación.

Podría decirse, con cierta retranca, que el 4 de octubre invita a abrazar a un gato y el 10 de diciembre invita a preguntarse por qué se toleran determinadas prácticas con otros animales.

Curiosidades, contradicciones y pequeñas ironías del movimiento animalista

La historia de esta efeméride está llena de detalles que revelan hasta qué punto incomoda a las estructuras tradicionales. Ahí está la Declaración Universal de los Derechos del Animal, proclamada en un acto solemne en París y ampliamente difundida, pero nunca adoptada de manera oficial por organismos internacionales.

Otra ironía notable es la distancia entre la solemnidad del discurso y la crudeza de algunas realidades. Mientras se proclaman principios grandilocuentes sobre dignidad y respeto, la ganadería intensiva continúa confinando a millones de animales en condiciones que difícilmente encajan en ninguna noción de bienestar. Lo mismo ocurre con zoológicos y delfinarios, que justifican su existencia con argumentos educativos mientras mantienen a sus residentes lejos de cualquier entorno natural.

El derecho también vive su propio vaivén. Se castiga con más dureza el maltrato, se crean leyes de bienestar y se reconocen emociones y sensibilidad en muchos animales; aun así, la mayoría de los animales explotados para consumo siguen en un vacío regulatorio que contrasta con las protecciones cada vez más sólidas para perros y gatos.

El 10 de diciembre, en el fondo, funciona como un espejo incómodo. Muestra avances reales y cambios profundos, pero también incoherencias persistentes y la habilidad humana para declarar principios universales mientras mantiene excepciones que conviene no mirar demasiado de cerca.

Vídeo: “What Are Animal Rights?”

Fuentes consultadas

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