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Dalí estafó a Yoko Ono: la historia del mechón, ¿real o leyenda?

Una historia pequeña, bullanguera y de esas que hacen ruido

La anécdota lleva décadas paseándose de boca en boca con la soltura de un rumor bien alimentado. En algún punto difuso entre finales de los sesenta y la primera mitad de los setenta, Yoko Ono —artista inclasificable, figura polémica y compañera de John Lennon— quiso comprar un pelo del icónico bigote de Salvador Dalí. El pintor, defensor ferviente de cualquier chequera que llamase a su puerta, aceptó encantado. Pero, según contó más tarde Amanda Lear en una entrevista ya célebre para la revista VSD, Dalí sospechaba que Yoko pretendía utilizar el preciado pelo en algún tipo de ritual. Ante la duda, decidió enviarle no un mechón auténtico, sino una humilde brizna de hierba cuidadosamente presentada en una cajita, aderezada con la teatralidad del genio ampurdanés. La cifra mencionada en la historieta: 10.000 dólares, una suma nada modesta para un fragmento botánico disfrazado de reliquia.

La versión que se repite: Amanda Lear y la memoria mutable

La gran responsable de que la anécdota haya dado la vuelta al mundo es Amanda Lear, personaje caleidoscópico donde los haya: modelo, cantante, musa y compañera sentimental —en un sentido amplio y libre— de Dalí durante años. Lear relató a VSD que el pintor consideraba a Yoko Ono «una bruja», y que por ese motivo se negó a enviarle cualquier cosa realmente suya. La solución daliniana consistió en sustituir el pelo por una hierbita arrancada del jardín. El detalle, tan absurdo como verosímil, hizo que la historia se expandiera por la prensa internacional como si fuese un episodio más de la mitología surrealista.

Conviene, sin embargo, matizar: la narración se sostiene sobre una única voz, intensa y cercana al artista, pero no acompañada de documentos, recibos o cartas. Ningún archivo aporta pruebas sólidas. La historia, por tanto, se ubica en ese territorio cómodo donde lo verosímil y lo fabuloso se reparten el protagonismo.

Dalí, Yoko y un almuerzo parisino que sí existió

Hay un punto de la historia que sí está confirmado: John Lennon y Yoko Ono almorzaron con Salvador Dalí en París durante su luna de miel, en marzo de 1969. Existen fotografías, testimonios de periodistas y crónicas que lo documentan sin problemas. Ese encuentro certifica que las trayectorias de los tres personajes se cruzaron de verdad y que la fascinación entre figuras del arte pop y el surrealismo tenía base real.

Desde ahí hasta la presunta compra de un pelo por 10.000 dólares hay un salto considerable que no aparece respaldado por documentos. Ni facturas, ni cartas, ni declaraciones de Yoko que lo confirmen. La reunión existió; la transacción, por ahora, pertenece a la nebulosa del folklore cultural más que al archivo.

¿Tiene sentido creer la historia? Sí… y no

Hay razones para pensar que la historia es creíble, y otras tantas para dudar.

  1. Dalí era perfectamente capaz de algo así. El pintor convirtió su vida en una exhibición pública constante. Si podía transformar un gesto cotidiano en espectáculo y, de paso, sacar algo de provecho económico, lo hacía con maestría. El truco de la brizna encaja de maravilla en su repertorio.
  2. Amanda Lear, buena memoria y mejor narrativa. Como musa y testigo privilegiada, tenía acceso a las confidencias del artista. Pero también tenía estilo propio y un gusto evidente por la anécdota jugosa, lo que añade encanto… y riesgo.
  3. Dalí y sus supersticiones. Quienes lo conocieron hablaban de sus miedos, rituales y fijaciones. Imaginarle temiendo que alguien use un pelo suyo en un hechizo no resulta descabellado.
  4. Silencio desde el lado de Yoko Ono. Ni confirmación, ni desmentido. Esa ausencia deja un vacío que permite que la historia avance sin frenos.

Pelo auténtico, hierba seca o reliquia pop: el valor del cuento

Un pelo del bigote de Dalí tendría, de existir, un valor simbólico inmenso. No por su composición capilar, sino porque ese bigote era una obra de arte en sí, una extensión del personaje. En el mercado del coleccionismo, los objetos que han rozado la fama se venden mejor cuanto más fabulosa es la historia que los acompaña. Enviar una brizna de hierba en lugar del pelo del bigote no solo sería una broma: sería una lección de marketing surrealista.

La moraleja está servida: lo que se compra no es la materia, sino la leyenda.

¿Estafa, performance o broma privada?

El relato admite tres caminos posibles, cada uno con su propia elegancia:

  • Estafa. Si Dalí aceptó dinero sabiendo que no enviaba lo prometido, entonces la palabra «timo» asoma inevitablemente. Pero faltan pruebas fiables para afirmarlo.
  • Performance. El gesto podría interpretarse como una obra conceptual, una pequeña pieza irónica en la que comprador y vendedor participan del juego simbólico. Dalí era un maestro de ese tipo de provocaciones.
  • Broma interna convertida en mito. Probablemente la lectura más suave y razonable. Una ocurrencia doméstica contada años después, repetida por la prensa y amplificada hasta convertirse en historia popular.

El mercado imposible: ¿vale 10.000 dólares un pelo daliniano?

La cifra repetida —10.000 dólares— es tan redonda que parece inventada ex profeso para adornar el relato. No existe registro alguno en subastas ni ventas privadas verificadas que confirme la operación. Si alguna vez existió un pelo a la venta, nadie lo dejó anotado en lugar accesible. Y una brizna de hierba, por muy daliniana que sea, rara vez deja rastro contable.

Dalí estafó a Yoko Ono

Una cifra llamativa ayuda a que la historia sobreviva. Pero no la convierte en real.

Una fábula sobre fama, objetos y exageraciones

Si algo enseña este episodio —ocurriera o no al pie de la letra— es que la fama convierte cualquier objeto en archivo emocional. Dalí sabía poblar el mundo de gestos ambiguos, medias verdades y ocurrencias escénicas; Yoko Ono siempre ha transitado cómodamente entre el arte conceptual y el simbolismo. Y Amanda Lear, por su parte, supo cómo transformar una conversación privada en un relato carnoso que aún hoy sigue siendo irresistible.

Cómo relatar la historia sin caer en trampas

La clave está en distinguir entre documento y anécdota. Cuando la única fuente es un testimonio tardío, la historia debe presentarse como lo que es: un relato repetido, verosímil en su espíritu, fascinante en su forma, pero sin confirmación independiente. La prudencia no resta encanto; al contrario, enreda al lector en el juego de posibilidades.

Para curiosos y rastreadores de historias mínimas

  • El encuentro entre Dalí, John y Yoko está documentado con rigor. De ahí brotan muchas fabulaciones posteriores.
  • Amanda Lear ha nutrido buena parte de la mitología en torno a Dalí, mezclando recuerdos, guiños y un sentido del humor muy teatral.
  • El mercado del arte moderno vive de relatos tanto como de objetos. Esta anécdota es un ejemplo magnífico de cómo circulan las historias que nadie puede confirmar del todo… y que, aun así, nadie quiere dejar morir.

Vídeo:

Fuentes consultadas

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