En la Alemania de posguerra, allá por 1949, el suelo todavía olía a ceniza y destrucción. Las cicatrices del Tercer Reich seguían abiertas, visibles en las fachadas derruidas, en las miradas huidizas de la población y en la minuciosa burocracia del programa aliado de desnazificación . En este contexto de purga ideológica y reconstrucción moral, surgió una figura inesperada que logró lo que ningún alto mando del Reich sobreviviente pudo: desafiar el sistema sin consecuencias humanas. ¿Su nombre? Laura. ¿Su especie? Psittaciforme. ¿Su crimen? Saludar con un chillón y entusiasta “¡Heil Hitler!” a cualquiera que se acercara a su jaula.
Sí, damas y caballeros, lo que los aliados no sabían era que, entre los escombros del Reich caído, aún quedaba un último y plumífero bastión de propaganda: una cotorra blanca con alma de histrión.
El fichaje estelar del Zoológico Hellabrunn
Apenas comenzado el año 1949, el Zoológico Hellabrunn de Múnich hizo una compra de lo más prometedora. Una cotorra blanca, originaria de Sudamérica, fue adquirida en Hamburgo como atracción estrella. Su nombre, según la documentación, era “Laura”, y tenía quince añitos bien vividos. En teoría, una inversión excelente: simpática, exótica y, con suerte, parlanchina.
Los cuidadores imaginaron escenas idílicas de niños riendo mientras el ave balbuceaba frases como “Hola, guapo” o “¿Tienes una galleta?”. Pero Laura, al parecer, tenía otro repertorio aprendido en un pasado algo más… comprometido.
Durante una primera semana de silencio sepulcral, el equipo temió haber comprado un loro mudo. Pero en la segunda, Laura abrió el pico y dejó caer el equivalente zoológico a una bomba de neutrones: “¡Heil Hitler!”, dijo, altiva y repetidamente, moviendo la cabeza al ritmo como si estuviera dirigiendo una marcha de las Juventudes Hitlerianas.
El escándalo estaba servido
Imaginemos la escena. Un cuidador, Joachim Herzner, se acerca a la jaula con alpiste en mano, cuando de pronto una voz chillona rompe el silencio con un saludo que las leyes aliadas habían declarado delictivo. Herzner se quedó helado. Quizás fue una ilusión, pensó. Pero Laura, insistente como buen animal de costumbres, volvió a soltar el “¡Heil Hitler!” a la menor provocación.
A niños, soldados, ancianas, y a todo aquel que tuviera a bien acercarse a su recinto.
El personal del zoológico, que presumía de su resistencia pasiva al nazismo (no olvidemos el episodio heroico del elefante que ayudó a despejar un tranvía bloqueado por los nazis en el puente de Theresienwiese), entró en pánico.
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No ayudaba el hecho de que el saludo de Laura no fuera un desliz esporádico. Era constante, puntual, incluso teatral. En cuestión de semanas, el loro pasó de ser una atracción menor a una celebridad de la prensa internacional. Titulares en Alemania, Estados Unidos y el Reino Unido hablaban de ella como si fuera una reencarnación satírica del mismísimo Führer, atrapada en un cuerpo con alas y plumas.
Cuando la desnazificación alcanza el reino animal
Por si alguien no lo recuerda, la desnazificación fue un proceso meticuloso. Ser pillado con una esvástica podía costar años de prisión. Las autoridades aliadas no habían contemplado la posibilidad de que un animal pudiera propagar consignas del régimen. Así que cuando los funcionarios del zoológico solicitaron orientación, los burócratas quedaron desconcertados. No existía protocolo para “loros nazis”.
A falta de manual de instrucciones, se optó por una solución sui generis: dejar a Laura en exhibición, pero someterla a un proceso de “reeducación ornitológica”. Como si de un programa de desprogramación se tratara, Herzner y compañía idearon una terapia conductista: castigar verbalmente a Laura cada vez que saludara al estilo hitleriano y premiarla cuando dijera cosas más democráticas, tipo “¿Dónde está mi Otto?” o “Me llamo Laura”.

Además, introdujeron en su jaula a un loro macho joven —un tal Schnozzola— con un vocabulario más respetable. La esperanza era que el galán ayudara a cambiarle las costumbres a base de compañía y estímulo amoroso.
Por lo que sea no funcionó.
La tragedia compartida: el elefante saludador
Por si Laura no fuera suficiente escándalo, apareció otro testimonio viviente del pasado oscuro de Alemania: el elefante Stefi. En una de sus actuaciones, al oír a alguien gritar “Heil Hitler”, el paquidermo levantó la pata en lo que solo puede describirse como un saludo nazi paquidérmico.
La teoría más plausible era que ambos animales habían sido propiedad de nazis convencidos y que, cual niños de la Hitlerjugend, habían sido entrenados para el espectáculo patriótico. Los hábitos, incluso los más repugnantes, también se pegan a los animales.
Secuestro, desaparición y retorno misterioso
Cuando parecía que no podía ir peor, Laura desapareció. Así, sin más. El 1 de febrero de 1949, en pleno auge mediático, alguien —o algo— la hizo desaparecer. El zoológico denunció un secuestro, y la noticia saltó a la prensa. ¿Venganza antifascista? ¿Operación encubierta para silenciar al último altavoz del Tercer Reich? ¿Un complot aliado para evitar un incidente diplomático con los soviéticos?
Las teorías se multiplicaron, pero lo cierto es que unas semanas después, Laura volvió como si nada hubiera pasado. ¿La escondieron? ¿La robaron y luego se arrepintieron? ¿Fue una estrategia de marketing? Imposible saberlo. Pero el misterio avivó aún más el interés público.
Mientras tanto, el nuevo loro, Schnozzola, empezó a deleitar a los visitantes con frases como “Compra siempre estadounidense”, equilibrando así el espectro ideológico de la jaula.
Y hasta que falleció nuestra protagonista, fue como tener al Canal Red y a Trece TV compartiendo piso.
Vídeo: “Nazi Parrot”
Fuentes:
Fotografía: Seymour, David. Children at the Munich Zoo with Adolf, the Parrot that Says «Heil Hitler!». 1949. International Center of Photography, Accession No. 2011.76.28. Web. International Center of Photography.
“Munich Zoo Parrot Must Quit ‘Heil Hitler’ Salute.” The New York Times, 2 Feb. 1949. Newspapers.com.
Kinder, Anita. World War Zoos: Humans and Other Animals in the Deadliest Conflict of the Modern Age. Chicago: University of Chicago Press, 2025. Print.
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
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