¿Quién habría imaginado que detrás del rugido de los estadios norteamericanos, entre palomitas, cheerleaders y himnos patrióticos entonados con pecho inflado, se oculta una historia que huele a sirope de arce?
Porque sí, los cuatro deportes más icónicos de Estados Unidos —el baloncesto, el fútbol americano, el béisbol y el hockey sobre hielo— nacieron o se gestaron en la educada y helada Canadá.
Baloncesto: una canasta canadiense para los Estados Unidos
Todo comienza en 1891 con James Naismith, un canadiense de Almonte, Ontario, que tuvo la brillante idea de colgar un par de cestos de melocotones en un gimnasio de Springfield, Massachusetts. La razón: mantener a un grupo de estudiantes enérgicos ocupados durante los meses de invierno. Naismith, que había estudiado en la Universidad McGill de Montreal antes de cruzar la frontera, diseñó trece reglas iniciales para lo que entonces era poco más que un juego con cero botes y parecido al balón prisionero.
Lo curioso no es solo que el inventor fuera canadiense. Es que el deporte, ahora transformado en una maquinaria de marketing, zapatillas de 300 dólares y contratos multimillonarios, nació como una terapia de invierno para adolescentes inquietos.
Fútbol americano: de Montreal al caos táctico
Aunque a día de hoy el fútbol americano sea un sinónimo de «Domingo patriótico«, sus orígenes tienen un acento ligeramente francés. La Universidad de McGill de Montreal viajó a Harvard en 1874 para jugar un par de partidos de “rugby canadiense”. El resultado fue una mezcla entre el rugby británico, el fútbol europeo y el espíritu innovador del caos estadounidense. Harvard quedó fascinada por esa modalidad con menos reglas y más contacto, y no tardó en adaptarla con entusiasmo.
Lo demás es historia: cascos, hombreras, partidos que duran cuatro horas y tal cantidad de anuncios que hace que añores la teletienda. Pero el germen —ese cruce entre violencia y estrategia— fue canadiense. Otra vez.
Béisbol: el mito de Abner Doubleday y la realidad ontariana
La historia oficial dice que el béisbol fue inventado por Abner Doubleday en Cooperstown, Nueva York, allá por 1839. El problema es que Doubleday, aparte de ser militar y tener nombre de villano de Dickens, jamás escribió una línea sobre este deporte. Tampoco hay evidencia alguna de que participara en nada que incluyese bates y pelotas fuera del ejército. Pero eso no ha impedido a Estados Unidos construir un templo al béisbol en su nombre.
Mientras tanto, en el discreto pueblo de Beachville, Ontario, se documenta el primer partido de “base ball” en 1838, con nombres, anotaciones y hasta árbitros (es decir, ya había polémica). El diario del Dr. Adam Ford (un médico con alma de cronista deportivo) dejó constancia de ese encuentro. Un año antes que el supuesto invento estadounidense.
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¿Resultado? El Salón de la Fama está en Nueva York, pero el primer swing ocurrió al norte del lago Ontario. Y está documentado.
Hockey: el deporte nacional robado con educación
El caso del hockey es quizás el más sangrante. Aunque hoy la NHL tiene sedes en lugares tan inverosímiles como Arizona o Florida —estados donde el hielo se encuentra más en los vasos de cubata que en pistas—, el origen del hockey sobre hielo está irremediablemente unido a… sí, una vez más, Canadá.
En 1875, James Creighton, un estudiante de Nueva Escocia, organizó el primer partido formal en un pabellón cubierto en Montreal. Él mismo redactó las reglas, trajo los palos y hasta diseñó el disco (previamente se usaba una bola, con efectos cómicos previsibles en el hielo). Este señor, que probablemente se habría desmayado al ver los sueldos actuales de los jugadores, estableció la base del deporte tal y como lo conocemos.
Y aunque Canadá sigue ganando oros olímpicos como quien colecciona tazas de café, la NHL —esa institución donde los combates a puñetazos son casi reglamentarios— es hoy una criatura de marketing muy estadounidense. Pero, para quien rasque un poco el hielo, encontrará huellas canadienses en cada pase, cada gol y cada pelea en la banda.
¿Coincidencia? Más bien una invasión silenciosa
Lo que parece una simple sucesión de datos deportivos es en realidad un golpe de efecto de los más discretos vecinos del norte. Canadá, siempre en modo sigiloso, ha colado sus invenciones en el alma cultural de Estados Unidos. Con educación, con discreción… y con un stick en la mano.
Vídeo: “So Many Sports Started in Montréal”
Fuentes:
James Naismith — Naismith Memorial Basketball Hall of Fame
The world’s first football game — McGill University
The Beachville Game — Society for American Baseball Research (SABR)
Ice hockey — The Canadian Encyclopedia
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
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