Un regalo con banda sonora de himno revolucionario
En diplomacia, la palabra “regalo” rara vez implica lazos y papel brillante. Suele oler más a simbolismo, cifras y favores cruzados. En el verano de 1972, durante la visita a Cuba del líder de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, ocurrió una escena digna de crónica propagandística: Fidel Castro anunció que Cayo Blanco del Sur, una delgada lengua de arena y mangle en el Golfo de Cazones, pasaría a llamarse Cayo Ernesto Thaelmann. Según el discurso oficial, aquel islote sería un obsequio para la RDA. El retrato que deja el momento es puro realismo tropical: un busto reluciente, nombres nuevos escritos en la arena y titulares entonando la hermandad socialista, mientras el Caribe, impasible, seguía siendo el mismo mar turquesa de siempre.
¿Dónde está y qué es ese “cayo”?
Cayo Ernesto Thaelmann —antiguo Cayo Blanco del Sur— es una estrecha y alargada isla del Golfo de Cazones, con unos siete kilómetros cuadrados de superficie: quince kilómetros de longitud y apenas medio kilómetro en su parte más ancha. Una cinta de arena frágil, flanqueada por arrecifes y sometida al humor cambiante de los huracanes. No hay pueblos ni vecinos fijos; el cayo vive del paso ocasional de visitantes, científicos o trabajadores dedicados a la conservación y al turismo. En un lugar así, un nombre nuevo en el mapa no altera el aire que sopla del mar, pero sí deja una historia distinta en la orilla.
El personaje detrás del topónimo: Ernst Thälmann, mito comunista
Ernst Thälmann fue uno de los grandes emblemas del comunismo alemán y un icono político que la RDA explotó con devoción. Dirigente del Partido Comunista de Alemania durante la República de Weimar, fue detenido por los nazis y ejecutado en 1944. En la Alemania Oriental, su nombre se multiplicó en escuelas, avenidas y plazas, convertido en santo laico del proletariado. Que un islote caribeño pasara a llamarse como él fue, más que un homenaje, un gesto de fraternidad ideológica: llevar la memoria de un mártir europeo a la geografía ardiente de la revolución cubana. El busto erigido en su honor, mirando al mar, cerraba el cuadro con una sobriedad casi teatral.

La ceremonia y el simbolismo: más gesto que escritura pública
El acto de “cesión” tuvo todo el sabor de la diplomacia escenificada: delegaciones sonrientes, prensa oficial, discursos fraternales y un busto reluciente bajo el sol del Caribe. Pero, en términos legales, la cosa fue bastante menos épica. Aunque los medios de la RDA celebraron el evento como una muestra ejemplar de amistad —hasta se rebautizó una playa como “República Democrática Alemana”—, ningún documento oficial trasladó realmente la soberanía del cayo a un tratado reconocido internacionalmente. Ni la RDA primero, ni la Alemania reunificada después, consideraron el regalo más allá de un gesto simbólico. En resumen: el cayo siguió siendo cubano, aunque la retórica insistiera en lo contrario.
¿Hubo contraprestación? Azúcar, cuotas y economía simbólica
Las relaciones entre Cuba y la RDA de aquellos años no se limitaron a los abrazos ideológicos. Hubo acuerdos comerciales, favores cruzados y trueques diplomáticos dignos de manual socialista. Según crónicas y memorias de la época, la “cesión” del cayo se enmarcó en una negociación más amplia: Cuba habría recibido cuotas preferentes en el mercado del azúcar refinado, lo que supuso un beneficio económico tangible dentro del comercio del bloque oriental. Un intercambio muy del estilo de la época: nombre e isla simbólica a cambio de ventajas comerciales y reconocimiento político. Con la caída del Muro y el fin del bloque socialista, esas concesiones se evaporaron o mutaron, pero el cayo, ajeno a la economía y al discurso, siguió donde estaba.

Realidad cotidiana vs. retórica oficial: el turismo comunista que nunca llegó
En la propaganda de la RDA se imaginó el cayo como un paraíso obrero: destino vacacional para trabajadores ejemplares donde el socialismo se mezclaba con el bronceado caribeño. Sobre el papel, parecía una postal revolucionaria perfecta. En la práctica, la idea naufragó entre la distancia, la falta de infraestructura y las prioridades económicas. Organizar viajes masivos desde Alemania del Este hasta una isla casi desierta del Caribe era tan poco viable como coherente con la austeridad socialista. Al final, las tortugas y los manglares disfrutaron en soledad de aquel edén que nunca llegó a llenarse de bañistas con banderas rojas.
El busto, los huracanes y el paso del tiempo
Nada simboliza mejor el destino del Cayo Ernesto Thaelmann que el busto del propio Thälmann, víctima del viento, el salitre y los huracanes. Tras la euforia de los setenta, el tiempo hizo su trabajo: el huracán Mitch dañó severamente la isla y dejó el monumento medio desmoronado, como una parábola natural sobre la fragilidad de los gestos políticos. Con la caída del bloque soviético, el busto perdió rango de altar revolucionario para convertirse en reliquia oxidada. Hoy sobrevive en fotos, en crónicas y en la memoria, como recordatorio de que incluso las utopías necesitan mantenimiento.
¿Sigue perteneciendo a alguien? El limbo posreunificación
La reunificación alemana en 1990 trajo una duda de sobremesa diplomática: si la RDA había “recibido” una isla, ¿la nueva Alemania heredaba el regalo? La respuesta fue tan clara como práctica: no. No existía tratado internacional alguno que certificara la cesión, y la Alemania reunificada tenía preocupaciones más urgentes que reclamar un cayo caribeño. Así que, sin escándalo ni reclamaciones, Cuba continuó administrando el territorio. Desde entonces, la historia del cayo ha quedado en un discreto limbo: propiedad simbólica de un país que ya no existe, bajo la tutela efectiva del que nunca dejó de existir.
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La isla en la narración pública: prensa, curiosidad y turismo ligero
Hoy, la historia del Cayo Ernesto Thaelmann sobrevive en titulares curiosos y reportajes de tono nostálgico: “La isla que Fidel regaló a Alemania Oriental”. Es un relato perfecto para el periodismo de rarezas: un cayo tropical con nombre de mártir comunista, una playa llamada “República Democrática Alemana” y un busto carcomido por el mar. Blogueros y medios han resucitado el episodio una y otra vez, a veces con rigor y otras con puro asombro. Su encanto reside en el contraste: la grandilocuencia revolucionaria enfrentada a una isla minúscula que ni siquiera figura en la cartografía diplomática moderna.
Lecciones en pequeño formato: soberanía simbólica vs. soberanía real
La historia del cayo ilustra cómo la política puede llenar de solemnidad gestos que no mueven un solo grano de arena. Cambiar un nombre, plantar un busto o firmar un comunicado sirve para sellar alianzas, pero no para modificar fronteras. La soberanía real exige papeles, registros y reconocimiento internacional, no solo discursos y aplausos. Las condecoraciones geográficas son eficaces para la propaganda, pero vulnerables al tiempo, a los huracanes y al olvido. Lo que en 1972 fue un símbolo de fraternidad socialista es hoy una curiosidad turística con aire de anécdota.
Anécdota ilustrativa: el turismo que no sabía nadar en burocracia
Cuenta una historia popular que las autoridades orientales soñaron con organizar vacaciones obreras en el cayo: vuelos hasta La Habana, traslados en barco y hoteles frente al mar. Pero la realidad se impuso con su burocracia tropical. Faltaban puertos, electricidad, alojamientos y, sobre todo, presupuesto. Lo que debía ser el Benidorm socialista se quedó en un proyecto de papel. Los obreros nunca llegaron a broncearse en el paraíso prometido y las únicas fotos de alemanes del Este en bañador fueron las de los funcionarios que acudieron al acto inaugural.
¿Qué queda hoy? Naturaleza, memoria y curiosidad
Hoy, el Cayo Ernesto Thaelmann es un lugar silencioso y casi intacto, donde las iguanas, los manglares y los pelícanos han reemplazado a los discursos. La isla conserva su belleza natural y un aura de historia olvidada: un pedazo de Cuba con nombre alemán y pasado ideológico. El busto de Thälmann, las placas corroídas y los restos de las viejas proclamas se mantienen como huellas de una amistad entre dos países que ya no existen en los mismos términos. Y mientras los vientos del Caribe siguen soplando sin ideología, el cayo permanece allí, recordando que la política, a veces, es solo una forma elegante de nombrar lo efímero.
Epílogo desplegable: símbolos, mapas y cómo leerlos
Quien hojee hoy un mapa y encuentre Cayo Ernesto Thaelmann no estará ante una cuestión de soberanía, sino ante una nota al pie del siglo XX. Aquella isla no cambió de dueño, pero sí de relato: pasó de ser una lengua de arena perdida a convertirse en símbolo, metáfora y curiosidad histórica. La cartografía, al fin y al cabo, tiene mucho de teatro; los mapas también representan ideas. Y los gestos diplomáticos, como los poemas, se escriben para ser leídos más que para ser obedecidos. El Caribe siguió bañando la misma costa, el busto siguió oxidándose al sol, y la historia —caprichosa y burlona— guardó lo único que sobrevive al paso del tiempo: la anécdota, esa verdad pequeña que explica mejor que los tratados cómo se dibujan las utopías sobre la arena antes de que las borre la marea.
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Vídeo
Fuentes consultadas:
- ABC. (2019, 10 de noviembre). Cuando Alemania tuvo una isla en Cuba. ABC. https://www.abc.es/internacional/abci-cuando-alemania-tuvo-isla-cuba-201911100215_noticia.html
- Wikipedia. (s.f.). Cayo Ernest Thaelmann. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Cayo_Ernest_Thaelmann
- Wikipedia. (s.f.). Ernst Thälmann. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Ernst_Th%C3%A4lmann
- CiberCuba. (2024, 29 de diciembre). Cayo Ernesto Thaelmann, el islote cubano que Fidel Castro regaló a la RDA. CiberCuba. https://www.cibercuba.com/noticias/2024-12-29-u1-e129488-s52968-nid293879-islote-cubano-fidel-castro-regalo-rda-cayo-olvido
- Wikipedia. (s.f.). Ernst Thälmann Island. Wikipedia. https://en.wikipedia.org/wiki/Ernst_Th%C3%A4lmann_Island
- La Nación. (2024, 30 de noviembre). El día que Fidel Castro le regaló una isla cubana a Alemania oriental para convertirla un «destino turístico comunista». La Nación. https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/el-dia-que-fidel-castro-le-regalo-una-isla-a-alemania-oriental-para-convertirla-un-destino-turistico-nid30112024/
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
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