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Curiosidades de la Lotería de Navidad: historia, anécdotas y supersticiones

La Lotería de Navidad no llegó al mundo entre campanillas y espumillón, sino envuelta en olor a pólvora y bajo el amparo de una Constitución recién estrenada. El primer Sorteo Extraordinario se celebró en Cádiz el 18 de diciembre de 1812, una ciudad cercada por las tropas napoleónicas y convertida, casi sin querer, en laboratorio de ideas políticas y económicas de futuro.

La idea original no tenía misticismos ni grandes discursos: se trataba de recaudar fondos para el Estado sin tocar los impuestos y, de paso, ofrecer a la población un pequeño oasis de ilusión en plena guerra. El primer Gordo cayó en el 03604, un número que seguramente no imaginó que pasaría a la historia como pionero de todos esos décimos que cada año se cantan con entusiasmo el 22 de diciembre.

Las fuentes discrepan sobre el valor exacto del primer premio: algunas hablan de 4.000 pesetas, otras de 8.000 pesos fuertes. En cualquier caso, era una cantidad de enorme peso para la economía del momento, especialmente cuando el billete costaba 40 reales, una cifra nada desdeñable para el ciudadano medio del año 1812.

Desde aquel primer sorteo no ha habido pausa. Ni guerras, ni crisis, ni pandemias han conseguido interrumpirlo. Lo más que han hecho ha sido desplazarlo de ciudad, de salón o de escenario. Durante la Guerra Civil, por ejemplo, se celebró en Barcelona y contó con unos niños cantores distintos de los habituales de San Ildefonso. Eso sí, la liturgia permaneció intacta: los bombos, las bolas, los niños y la esperanza de que “este año sí” continuarían ahí, fieles a la tradición.

De “Prósperos de Premios” al nombre de Lotería de Navidad

Durante buena parte del siglo XIX, el sorteo navideño no se llamaba aún “de Navidad”. Se escondía bajo nombres bastante menos inspiradores, como “Prósperos de Premios”, que sonaba más a trámite administrativo que a fiesta popular.

El nombre actual empezó a utilizarse oficialmente en 1892, aunque no apareció impreso en los billetes hasta 1897, cuando alguien en la administración debió intuir que un título atractivo también vende ilusión. Desde entonces, el sorteo empezó a asentarse en el calendario emocional de la ciudadanía, mucho más allá de su función recaudatoria.

Con el avance del Estado liberal y la expansión de los sorteos de Lotería Nacional, el de Navidad fue tomando entidad propia. Se convirtió en la gran cita de diciembre, el pistoletazo oficioso de las fiestas, con su fecha fija del 22 de diciembre. Hubo un tiempo en que, si ese día caía en domingo, se adelantaba al sábado 21. Esa particular excepción desapareció en los años noventa.

curiosidades de la Lotería de Navidad

Hoy es el sorteo estrella de Loterías y Apuestas del Estado, el más seguido y el más querido. Para muchas familias, las fiestas no empiezan con el turrón, sino con la primera cola frente a la administración habitual.

Los niños de San Ildefonso: la banda sonora del 22 de diciembre

Si hay un sonido que España asocia a la Navidad, no es el villancico del centro comercial, sino la voz de los niños del Colegio de San Ildefonso cantando números y premios con una seriedad que ya quisieran muchos adultos.

Estos pequeños llevan siglos ligados a la lotería. Ya en marzo de 1771 se documenta a un niño, Diego López, cantando números de un sorteo. Con el paso del tiempo, su presencia se convirtió en símbolo inseparable de la Lotería Nacional.

Durante décadas, solo participaron niños. Hubo que esperar hasta 1984 para ver a las primeras niñas cantar premios, un gesto tardío pero celebrado, que puso al día una tradición que hasta entonces se había mantenido sorprendentemente rígida.

Los ensayos empiezan semanas antes. Practican la entonación, pero también la resistencia, porque el sorteo se alarga durante horas y exige mantener la concentración mientras medio país escucha. A veces ocurre algún despiste que recuerda que, detrás de tanta solemnidad, hay menores nerviosos. En 2023, sin ir más lejos, se cantó un número de pedrea de forma errónea, lo que hizo creer durante unos minutos a una peluquería gallega que había repartido un premio que no figuraba en la lista oficial. Aquello dejó claro que manda el listado final, no la emoción del directo.

Bombos, bolas y probabilidad: cómo funciona el milagro

Pese a su halo legendario, el sorteo tiene una mecánica sencilla. Desde 2011 participan 100.000 números, del 00000 al 99999. Se introducen en un bombo, mientras en otro se colocan las bolas con los premios, desde el Gordo hasta la pedrea.

Las bolas se fabrican en madera de boj, ligera y robusta. Todas pesan exactamente lo mismo y se graban con láser, evitando que la pintura altere el peso y alimentando así la transparencia del proceso. Las sospechas de “bolas trucadas” quedan para las tertulias de bar.

Cada número tiene la misma probabilidad de llevarse el premio grande: una entre cien mil. No es una probabilidad épica, pero comparada con otros juegos de azar, es razonablemente generosa.

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Si se suman reintegros, pedreas y premios mayores, alrededor del 15% de los números obtiene algún retorno. Suena alentador, pero la esperanza matemática deja las cosas claras: por cada euro jugado, lo normal es recuperar unos 70 céntimos. No es un negocio, es una tradición emocional.

Desde 2013, los premios superiores a 40.000 euros pagan impuestos. Hacienda, por tanto, no pierde nunca. El jugador, en cambio, solo gana de vez en cuando, pero cuando lo hace regala a los informativos imágenes impagables.

Doña Manolita y otros templos de la suerte

Si San Ildefonso es el santuario sonoro del sorteo, su templo terrenal es la administración de Doña Manolita, en pleno centro de Madrid. Fundada en 1904 por Manuela de Pablo, ha cambiado de ubicación en varias ocasiones, pero nunca ha perdido su fama de “fábrica de premios”.

Ha repartido más de 80 grandes premios a lo largo del siglo, lo que ha dado pie a colas interminables y a un sinfín de leyendas. Una de las historias más comentadas es casi una broma del destino: la propia Doña Manolita jugaba siempre al mismo número, el 15.329, que jamás ha sido premiado con el Gordo.

Además de este histórico establecimiento, la Lotería de Navidad ha dado fama a otras administraciones. La Bruixa d’Or, en Lleida, es un ejemplo de cómo una pequeña tienda puede convertirse en lugar de peregrinación. Cada año surge una nueva administración de moda, elevada al estatus de “milagrosa” en cuanto reparte un premio importante.

Supersticiones, rituales y pequeñas manías del décimo

En torno a la Lotería de Navidad florece un universo de supersticiones del que ni la ciencia ni la lógica han logrado deshacerse. Muchos creen que el décimo debe entregarse con la mano derecha y boca abajo, y recibirse del mismo modo, como si el azar dependiera de la etiqueta.

Hay quien pasa el décimo por la barriga de una embarazada, quien lo roza con el lomo de un gato negro o quien lo guarda junto a un San Pancracio con su ramita de perejil. Otros prefieren guardarlo en el congelador o meterlo debajo del mantel de Nochebuena. Las supersticiones son tan variadas como creativas.

También los números tienen sus devotos. Algunos eligen fechas señaladas, matrículas o números que se repiten a lo largo del día, interpretándolos como señales misteriosas. Pero la estadística es contundente: nunca ha tocado el Gordo a un número entre el 90.000 y el 99.999, aunque matemáticamente tengan exactamente las mismas posibilidades.

A pesar de ello, cada año se agotan determinadas terminaciones mientras otras quedan intactas. La fe mueve más colas que las matemáticas.

Publicidad de la Lotería de Navidad: del calvo a Justino

El sorteo comenzó como un asunto de boletines impresos, pero con la televisión adquirió una dimensión casi cinematográfica. Desde 1962, TVE retransmite el sorteo completo, acompañado de comentaristas que explican cada movimiento.

La publicidad vivió un antes y un después en 1998, cuando apareció el célebre “calvo de la Lotería”. El actor Clive Arrindell, vestido de negro y con una estética etérea, se convirtió en icono nacional. Su soplido final, esparciendo números imaginarios, marcó un hito publicitario que duró hasta 2005.

Tras su retirada, la publicidad optó por historias emocionales que giraban en torno a compartir, a la solidaridad y al valor del décimo como símbolo colectivo. El ejemplo más recordado es “Justino”, el vigilante nocturno de una fábrica de maniquíes, protagonista de un anuncio de 2015 que se ganó el cariño del público.

La campaña de la Lotería de Navidad se ha colocado así en el mismo pedestal que otros anuncios clásicos de las fiestas, como los de cava o turrón.

Grandes anécdotas y curiosidades del Sorteo Extraordinario de Navidad

La historia del sorteo está repleta de anécdotas deliciosas. Una de las más sorprendentes es la de los números repetidores: el Gordo ha caído dos veces en un mismo número en contadas ocasiones. Es el caso del 15.640 y del 20.297, que demostraron que el azar no tiene memoria.

Las terminaciones también generan debate. Aunque todas han salido alguna vez, el 5 parece tener cierto magnetismo estadístico, lo que alimenta tertulias y discusiones eternas.

La geografía aporta otra capa de interés. Mientras algunas provincias acumulan premios, otras parecen condenadas a la sequía de millones. Zamora o Ávila se mencionan a menudo como territorios donde el Gordo se resiste a aparecer.

Por otro lado, cada año surgen historias de décimos extraviados, rotos o confundidos con publicidad, que terminan en aventuras burocráticas en busca de la confirmación oficial. Y en contraste están los pueblos pequeños que, cuando reciben un premio muy repartido, viven durante días en una nube de celebración colectiva.

La Lotería de Navidad se ha transformado en un ritual donde conviven la estadística más fría y la ilusión más cálida. El Estado recauda, las administraciones atienden colas interminables, los medios rellenan horas de programación y el país, un año más, hace algo tan humano como esperar un golpe de suerte que cambie, aunque sea por un instante, la rutina de siempre.

Vídeo: “Así nació la Lotería de Navidad”

Fuentes consultadas

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