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Leyendas urbanas: el caso Figlock y la casualidad que sorprendió a Detroit

Lo que contó Time

El 17 de octubre de 1938, la sección Miscellany de Time dejó caer —con su habitual mezcla de curiosidad y distancia— un apunte seco y sorprendente: Joseph Figlock, barrendero de Detroit, había servido dos veces de colchón humano para bebés que habían caído desde un cuarto piso. Según la pieza, la primera vez ocurrió en 1937; el bebé “plopped down” y golpeó a Figlock en la cabeza y los hombros; ambos resultaron heridos pero vivos. Dos semanas antes de la publicación, otro niño —David Thomas, de dos años— repitió la hazaña sobre el mismo barrendero, y de nuevo ninguno de los dos falleció.

La anécdota: improbable y deliciosa

La historia funciona porque tiene esa mezcla perfecta de improbable y cómica que atrapa a cualquiera. Un adulto que, por accidente, amortigua la caída de un niño desde cuatro alturas ya es noticia. Que lo vuelva a hacer, con el mismo nombre y en la misma ciudad, convierte el suceso en algo más que una casualidad: lo eleva a microrrelato urbano. Los cronistas posteriores han repetido la nota con variaciones; algunos cambian detalles menores, otros ensanchan la leyenda, pero el núcleo no varía: Figlock, dos caídas, dos sobrevivientes.

Lo que la prensa calla y lo que la imaginación rellena

La nota de Time es lacónica: da datos, no contexto. No hay descripciones de la vivienda, ni partes policiales, ni entrevistas con testigos. Ese vacío fue el que alimentó la mitología popular. Se imagina fácilmente la ventana sin barandilla, la niñera despistada, el vecindario ruidoso donde los críos se asoman sin demasiada precaución. En blogs y recopilatorios la historia adquiere apodos groseramente afectuosos —“el imán de bebés”, “el hombre que burló a la gravedad”— y así se transforma en leyenda ligera, apta para sobremesas y listas de rarezas.

Qué es comprobable y qué es conjetura

Lo comprobable es claro: la anotación existe en la edición citada de Time, con nombre, oficio y la coincidencia temporal entre ambos episodios; también se nombra al niño David Thomas en la segunda caída. Lo que falta —o al menos no aparece en las fuentes más difundidas— son los pormenores: la biografía de Figlock, el estado exacto de los edificios, partes policiales o informaciones locales que expliquen cómo pudo repetirse la situación. En suma: hay un esqueleto documental pero la carne del relato —los motivos, las causas, las voces— pertenece al terreno de la conjetura.

Detroit como telón, no como explicación

Que ocurriera en Detroit no es un dato neutral; dibuja un escenario: ciudad de obreros, de barridos matinales, de fachadas que miran la calle. Pero hay que evitar el truco fácil de convertir ese telón en argumento. La mención geográfica sirve para dar color y situar la anécdota, no para asumir condiciones que no están documentadas. La pieza de Time fija el lugar, pero no firma un reportaje exhaustivo sobre la ciudad ni sobre la vida laboral de Figlock.

Recursos narrativos y moralejas menores

La historia ofrece elementos ricos para el relato: el azar que actúa como personaje, el trabajador anónimo convertido en héroe circunstancial, el barrio que presenció ambos episodios. También plantea una mini-pregunta social —¿quién cuidaba a los niños entonces?— y una reflexión con sorna sobre la fortuna: hay quien parece esquivar los peligros del mundo; otros los atraen, aunque sea en versión infantil y blanda. Los cronistas modernos tienden a dramatizar; la nota original optó por la economía —y por eso resulta aún más jugosa.

Cómo investigar más si interesa

Para quien quiera salir de la anécdota y buscar documentación hay dos rutas prácticas: rastrear periódicos locales de Detroit entre 1937 y 1938 en busca de crónicas o partes policiales, y consultar archivos municipales o laborales que puedan listar empleados con ese nombre. Mientras no aparezcan esos documentos, la historia de Figlock queda instalada en ese punto preciso entre la noticia mínima y la microleyenda periodística: veraz en lo esencial, parca en detalles, deliciosa para quien disfruta de las coincidencias que parecen diseñadas por un guionista travieso.


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Fuentes consultadas

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