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Lennon, Yoko y el secuestro zen: cuando Mallorca fue escenario de un sainete psicodélico

Mallorca, 1971. Mientras la humanidad trataba de no tropezar con sus propias perneras acampanadas y esquivar tertulias sobre la guerra de Vietnam, la isla balear vivía su propio episodio digno de una tragicomedia posmoderna. Allí aterrizaron nada menos que John Lennon y Yoko Ono, pareja simbiótica de la contracultura, defensores del amor libre, el arte conceptual y las performances con sábanas. Lo que nadie esperaba era que su estancia en la isla derivara en una historia que rozaría el absurdo: acusaciones de secuestro, una detención rocambolesca, cafés con leche mediáticos y una niña en el epicentro del drama.

Mr. y Mrs. Smith van al Mediterráneo

El 20 de abril de 1971, en pleno apogeo del flower power tardío, John Lennon y Yoko Ono llegaron a Palma de Mallorca y se alojaron en el Hotel Meliá Mallorca, camuflados bajo la enigmática identidad de «Mr. y Mrs. Smith». Un disfraz digno de espías de manual… si no fuera porque eran, precisamente, dos de los rostros más conocidos del planeta.

Su coartada oficial era asistir a un retiro de meditación trascendental dirigido por el mismísimo Maharishi Mahesh Yogi, el gurú de moda entre estrellas en crisis existencial. Una especie de Gandalf del mindfulness con túnica blanca y barba apostólica que prometía paz interior a cambio de donativos generosos. Pero, en realidad, la pareja tenía otros planes mucho más personales: reencontrarse con Kyoko, la hija de Yoko, a la que no veía desde hacía meses.

Maharishi Mahesh Yogi
Maharishi Mahesh Yogi

Kyoko: niña, peón, símbolo

Kyoko Chan Cox tenía siete años y era fruto del primer matrimonio de Yoko con el productor Anthony Cox, una figura entre mística y desorientada que, tras el divorcio, obtuvo la custodia de la niña y se la llevó a vivir a Cala Murada, una tranquila urbanización mallorquina ideal, en principio, para ocultarse de ex-esposas conceptualistas y músicos con gafas redondas.

Pero Yoko, fiel a su estilo, decidió que la vía judicial era demasiado aburrida, y que lo mejor sería un gesto de amor maternal con tintes performativos: presentarse por sorpresa y llevarse a la niña. Suponemos que en su cabeza el plan era espectacular. Así, el 23 de abril, mientras Anthony Cox y su nueva esposa estaban, irónicamente, meditando, Lennon y Ono se presentaron en la guardería, saludaron educadamente, y se marcharon con Kyoko. Sin notas, sin permiso, sin anestesia. A las bravas.

Kyoko
Kyoko, de niña a mujer

Policías, popstars y el almuerzo de la discordia

La desaparición de Kyoko fue denunciada por Cox como un secuestro, y aquí es donde entra en escena el agente Miguel Buñola, miembro de la Brigada de Investigación Criminal y uno de los pocos policías locales que podía chapurrear algo parecido al inglés sin exasperar a Shakespeare desde la tumba.

Buñola localizó a la pareja en su habitación del hotel. Allí estaban John y Yoko, serenos y con Kyoko jugando ajena a todo a los pies de la cama. En lugar de esposarlos de inmediato, el agente tuvo una idea brillante (y muy española): llevarlos a un bar, concretamente a la cafetería Formentor, en pleno centro de Palma, para tomarse un café con leche. El motivo oficial era ganar tiempo antes de llevarlos al juzgado.

Una pausa técnica, una maniobra burocrática para que todo el engranaje judicial estuviera listo. Pero el motivo real era mucho más terrenal y, por qué no decirlo, deliciosamente humano: un periodista local, sabueso veterano del cotilleo de provincias, ansiaba una exclusiva con sabor internacional y unas fotos que hicieran temblar los cafés de la redacción. Y Buñola, agente de la Brigada de Investigación Criminal, políglota autodidacta y, sobre todo, hombre de mundo, no se oponía en absoluto a un poco de fama lateral.

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Buñola, superstar

No era vanidad, claro que no, era visión. En un país donde el máximo glamour policial era salir en La Revista de la Guardia Civil junto a un alijo de Winston de contrabando, la posibilidad de aparecer en los diarios junto a John Lennon tomando un café con leche era sencillamente irrepetible. Así que improvisó una parada estratégica en la cafetería Formentor, un templo del desayuno burgués palmesano. Allí, con la complicidad del fotógrafo y la resignación silenciosa de Lennon y Ono, Buñola hizo historia: no por la detención, sino por ser el primer policía en invitar a un Beatle y su familia a un café antes de ficharlos.

Aquel gesto, entre lo cinematográfico y lo costumbrista, fue quizás su pequeño pasaporte a la posteridad. Porque, seamos claros: la oportunidad la pintan calva y no todos los días se detiene a la Paz y al Amor por presunto secuestro infantil.

Buñola, Ono y Lennon
El inspector Buñola y dos amigos en la Cafetería Formentor

Sea como sea, la imagen de Lennon y Ono tomando un café con leche mientras Kyoko revolotea alrededor y un grupo de fotógrafos agolpándose en la puerta tiene un aire neorrealista que ni Fellini en su etapa más fina.

Siete horas y un juez con cara de póker

Tras el interludio cafetero, la pareja fue llevada al juzgado de guardia. Allí pasaron siete largas horas prestando declaración. Lennon, demostrando su talento para el sarcasmo legal, dijo algo así como: “¿Cómo íbamos a ocultarla? ¡Somos demasiado famosos!”. Lo cual, siendo justos, no era una mala defensa: esconder a una niña siendo John Lennon es como intentar pasar desapercibido vestido de astronauta en una churrería de Vallecas un domingo por la mañana.

El juez, probablemente con dolor de cabeza, decidió ponerlos en libertad condicional. No se dictaron cargos inmediatos y se les permitió abandonar el país. Rumbo: París. Motivo: diplomático. O poner tierra de por medio. A saber.

John y Yoko saliendo de los juzgados
John y Yoko saliendo de los juzgados

El precio de la fama y las batallas perdidas

Aquel episodio dejó heridas que tardaron décadas en cicatrizar. Kyoko no volvió a ver a su madre hasta que cumplió 26 años, cuando ya era una adulta criada bajo la doctrina cristiana conservadora en la que la había educado Cox, quien formaba parte de una comunidad religiosa evangélica llamada “La Vía”.

John Lennon, por su parte, jamás volvió a encontrarse con ella. La denuncia por secuestro fue retirada finalmente por Anthony Cox, según se rumorea, tras llegar a un acuerdo económico que no ha sido confirmado ni desmentido por los protagonistas. Un cierre administrativo para un caso emocionalmente inacabado.

El epílogo que nunca fue: el intento frustrado de reconciliación

Poco después de su salida de España, Lennon y Ono intentaron volver a Mallorca con la esperanza de llegar a un entendimiento con Cox. Pero este, más rápido que un niño huyendo de las acelgas, recogió a Kyoko y se fue a Chile con su nueva familia antes de que el avión de los ex-beatles aterrizara. Mallorca, una vez más, respiró aliviada.

Mientras tanto, la prensa internacional se dio un festín con el escándalo. Lennon, que ya acumulaba portadas por sus campañas de paz, sus camas con pancartas y su enemistad con el sistema, sumaba ahora el título de «secuestrador emocional pero con sensibilidad artística».

Yoko, por su parte, fue retratada como la madre desesperada y la musa imperturbable. Una combinación tan contradictoria como eficaz para alimentar titulares.

Mallorca: plató accidental de la contracultura

Este incidente quedó como una de las anécdotas más insólitas de la historia reciente de la isla, un lugar más acostumbrado a turistas alemanes en chanclas y calcetines que a estrellas del rock acusadas de secuestro. Desde entonces, aquel abril de 1971 figura en los archivos locales de lo bizarro, donde conviven lo espiritual, lo legal, lo mediático y, también, lo profundamente humano.

Fuentes:


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Biografía en español centrada en la figura de Yoko Ono. Aunque no se centra exclusivamente en los hechos de Mallorca, sí aborda en profundidad sus conflictos personales, incluyendo la pérdida de la custodia de Kyoko y su vida junto a Lennon. Ideal para entender el contexto emocional y artístico que rodea este episodio de 1971.

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