Es mencionar a Santiago Ramón y Cajal, y la mayoría imaginaremos a un venerable anciano, barba afilada y mirada seria, escrutando los secretos del sistema nervioso parapetado tras su inseparable microscopio.
Pero, ¿qué pasa si dijéramos que ese mismo hombre fue también un pionero del fitness en España, un bro de gym capaz de describirse como “con pectorales monstruosos”?
La historia de Ramón y Cajal no sólo está escrita en neuronas, también en pesas, sudor, gimnasios y una obsesiva dedicación al culto al cuerpo.
El ego, motor del culturismo
En su juventud, mucho antes de alcanzar la gloria científica, Cajal era un joven zaragozano como tantos otros: apasionado, inquieto y, sorprendentemente, inseguro. Fue una disputa por los favores de una joven —apodada entre la mocedad como la Venus de Milo por su escultural figura— lo que encendió la chispa de su transformación. Derrotado en una pelea contra su rival Morrines, decidió que nunca más experimentaría semejante humillación.
El remedio: inscribirse en un gimnasio de Zaragoza situado en la Plaza del Pilar. Sin embargo, como todo estudiante, sus recursos eran escasos. Ingenioso como pocos, negoció un acuerdo con el dueño: asesoría médica gratuita a cambio de acceso ilimitado al gimnasio. Y así comenzó la historia de uno de los culturistas más insólitos de la historia de España.
Lamentablemente no sabemos si la moza pretendida por Ramón y Cajal quedó impresionada por el cambio físico del futuro Nobel o si sólo fue un amor platónico que se diluyó al tiempo que sus pectorales crecían.
Ramón y Cajal culturista: un cambio radical
En poco tiempo, el frágil e inseguro estudiante de medicina se transformó en un hércules local. En una carta a un amigo, Ramón y Cajal se describía con ironía y orgullo:
“Ancho de espaldas, con pectorales monstruosos, mi circunferencia torácica excedía de los 112 centímetros. Al andar mostraba esa inelegancia y contorneo rítmico característico de los forzudos o Hércules de feria.”
Se cuenta incluso que podía romper un bastón de madera con sus manos. ¿Exageración? Pues, probablemente, pero lo que está claro es que en aquellos momentos su fuerza física era proporcional a su determinación.
El entrenamiento de un Nobel
Si bien en aquella época no existía el término “workout”, Ramón y Cajal practicaba lo que entonces se conocía como “cultura física”. Él mismo diseñó un programa de entrenamiento progresivo y diverso:
- Pesas progresivas: Incrementaba el peso diariamente.
- Calistenia avanzada: Dominaba ejercicios en paralelas, anillas y trapecio.
- Saltos de profundidad: Una forma temprana de pliometría.
- Acrobacias: Incluía volteretas y movimientos de equilibrio.
En sus propias palabras:
“La gimnasia y mi indomable amor propio hicieron milagros.”
Una fortaleza que salvó vidas
Este vigor físico le fue crucial durante su etapa como médico militar en la guerra de Cuba, donde enfrentó enfermedades tropicales que habrían derrotado a un hombre común. A pesar de regresar a España con la salud muy deteriorada, su robustez curtida en las salas de pesas le permitió recuperarse practicando montañismo y ejercicios al aire libre.

Su filosofía de vida también desafía los paradigmas médicos de la época:
“Mi plan curativo consistía en hacer todo lo contrario de lo aconsejado por los médicos… Cuantas más atrocidades cometía, mejor me encontraba.”
Entre el narcisismo y la autocrítica
Aunque con los años calificó su obsesión por el deporte como una “manía gimnástica”, Ramón y Cajal nunca dejó de defender los beneficios del ejercicio moderado. Crítico con el deporte profesional y el culto al cuerpo extremo, advertía:
“Importa notar que el corazón se fatiga y las venas se dilatan en los ejercicios violentos… Todo récordman o deportista se condena a vejez prematura.”
Curiosamente, sus reflexiones anticiparon debates actuales sobre la vigorexia y los riesgos del entrenamiento extremo.
Lecciones de disciplina
Para Cajal, el ejercicio no solo moldeó su cuerpo, también su carácter. Consideraba que el deporte fortalecía la disciplina necesaria para triunfar en cualquier ámbito de la vida:
“En esos certámenes de la agilidad y de la fuerza… se templa y robustece el cuerpo y se prepara el espíritu para la ruda concurrencia vital de la edad viril.”
Este carácter templado fue fundamental para afrontar los desafíos de una vida consagrada al estudio y la investigación.

Más allá del culturismo
La fascinación de Ramón y Cajal por el deporte fue sólo una de sus muchas facetas. También fue un prolífico escritor, autor no solamente tratados científicos, sino también de novelas de intriga y terror. En su obra El fabricante de honradez, desplegó una creatividad que pocos asociarían con un Nobel de Medicina.
Un legado inusual
Hoy, la imagen de Ramón y Cajal como pionero del culturismo puede parecer anecdótica, pero es un recordatorio de su rica y compleja personalidad. Fue un hombre que desafió los estereotipos de su tiempo, demostrando que la ciencia no está reñida con unos poderosos y aceitados bíceps.
Productos recomendados para ampliar información sobre la faceta de Ramón y Cajal culturista
- Ramón y Cajal, Santiago(Autor)
Fuentes consultadas sobre Ramón y Cajal culturista
Diario de Sevilla – La Razón – Muy Interesante
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EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

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