Hoy hablaremos de dos sonados fraudes arqueológicos ocurridos en el País Vasco…
La historia, esa ciencia que busca comprender nuestro pasado, a veces se ve empañada por episodios que no provienen del descubrimiento de un pecio sumergido en el Caribe ni de un manuscrito polvoriento, sino de la creatividad y, todo sea dicho, la falta de escrúpulos de algunos individuos.
A continuación, nos adentraremos en dos de los fiascos arqueológicos más sonados que han manchado —literalmente— la historia del País Vasco. Porque, por increíble que parezca, el Paleolítico y la Antigüedad no solo compartieron bisontes y vasijas, sino también rotuladores y estropajos, cortesía del ingenio moderno.
El caso Zubialde: cuando un estudiante de historia «descubre» la Prehistoria
En abril de 1990, Serafín Ruiz Selfa, un joven estudiante de historia y entusiasta de la espeleología, aseguró haber descubierto unas pinturas rupestres en una cueva cercana al monte Gorbea, junto al río Zubialde. No se trataba de un par de trazos azarosos; hablamos de un repertorio digno de un museo: cabras, rinocerontes lanudos, mamuts, bisontes, manos y otros símbolos.

Todo esto, curiosamente, en perfecto estado de conservación, como si los antiguos artistas hubieran tenido la cortesía de barnizar sus obras antes de abandonarlas.
La validación científica: un teatro con grandes actores
El 13 de marzo de 1991, Ruiz se presentó ante la prensa junto a un elenco de lujo: los prestigiosos arqueólogos Juan Mari Apellaniz, Jesús Altuna e Ignacio Barandiaran, quienes avalaron las pinturas. Según ellos, los dibujos pertenecían al período magdaleniense del Paleolítico Superior, entre 13,000 y 10,000 años a.C.


La Diputación de Álava, emocionada por la importancia del hallazgo, recompensó al estudiante con 12,5 millones de pesetas, una suma considerable que convirtió a Ruiz en un una especie de estrella del rock arqueológico. Aunque por poco tiempo.
El giro inesperado: la aparición de los aguafiestas británicos denunciando fraudes arqueológicos
Diez días después de la rueda de prensa, el semanario The European publicó un artículo firmado por los arqueólogos Jill Cook y Peter Ucko, quienes, desde la comodidad de sus escritorios, señalaron graves inconsistencias. Según ellos, los mamuts y rinocerontes retratados en Zubialde ya habían desaparecido del sur de Europa mucho antes de que los humanos magdalenienses pudieran inmortalizarlos. Además, las sofisticadas perspectivas de los dibujos resultaban demasiado avanzadas para esa época.
Aunque en un principio las críticas fueron tachadas de «frívolas», bastaron 17 meses para que otros científicos españoles confirmaran el fraude.
Y la guinda del pastel la puso la Ertzaintza: las pinturas habían sido retocadas con un simple rotulador, y los análisis químicos revelaron restos de estropajos.
Sí, la Prehistoria al alcance del supermercado.
En 1995, Serafín Ruiz fue condenado por estafa. Además de devolver los 12,5 millones de pesetas, perdió su credibilidad y nos dejó una valiosa lección: la historia no se pinta con rotuladores.
Iruña-Veleia: cuando los jeroglíficos egipcios llegaron al País Vasco
Si el caso Zubialde parecía insuperable, la saga del yacimiento de Iruña-Veleia, ubicado a unos 10 kilómetros de Vitoria, demostró que el listón de los fraudes arqueológicos siempre puede elevarse. Desde 1990, el yacimiento estaba a cargo del empresario-espeleólogo Eliseo Gil, quien, en 2006, anunció un descubrimiento que hizo temblar las bases de la historia europea.
El descubrimiento milagroso
Según Gil, se habían hallado inscripciones en cerámica que databan de los siglos III y IV, con contenido de lo más variado: palabras en euskera y latín, jeroglíficos egipcios, representaciones del Calvario de Cristo…

Prácticamente, un compendio de todo lo que uno podría encontrar en un libro de historia de segundo de bachillerato.
El anuncio generó un revuelo internacional.
¿Quién podría haber imaginado que una excursión conjunta de egipcios y paleocristianos habrían hecho una parada por el brumoso País Vasco de la Antigüedad tardía ?

Las primeras dudas: demasiada creatividad para ser real
El aluvión de conocimiento que parecía ofrecer Iruña-Veleia despertó sospechas inmediatas. ¿Cómo era posible que un yacimiento relativamente modesto concentrara tantas piezas extraordinarias?
La Diputación de Álava decidió formar una comisión para investigar el caso, y el resultado fue demoledor: en noviembre de 2008, se declaró que las inscripciones eran falsas.

Fraudes arqueológicos: juicio y el escarnio público
En 2009, Eliseo Gil fue acusado de falsificación y apropiación indebida. Aunque siempre defendió la autenticidad de los hallazgos, las pruebas en su contra eran abrumadoras. Entre ellas, se encontró que las supuestas inscripciones habían sido realizadas con instrumentos modernos, un detalle que suele romper la magia de la arqueología.

Cuando la ambición supera al rigor
Estos casos no solo son ejemplos de fraudes descarados, sino también un recordatorio de la importancia del rigor científico. En ambos episodios, la combinación de egos inflados, ambición desmedida y falta de escrutinio inicial permitió que los fraudes alcanzaran dimensiones internacionales antes de ser desmentidos.
Por otro lado, no podemos negar que estos fiascos tienen un lado entretenido y, al final, nos recuerdan que incluso en el mundo de la arqueología, donde la paciencia y el detalle son clave, siempre hay espacio para las historias pintorescas de rotuladores, estropajos y administraciones ávidas de supuestos pasados gloriosos que acaban con sonoros ridículos presentes.
Y, por supuesto, nos dejan una lección clara: si vas a falsificar la historia, al menos hazlo mínimamente bien.
Producto recomendado para ampliar información sobre estos fraudes arqueológicos
- Elexpuru Arregi, Juan Martín(Autor)
Fuentes consultadas
Wikipedia – Cueva de Zubialde
https://es.wikipedia.org/wiki/Cueva_de_Zubialde
Wikipedia – Iruña-Veleia
https://es.wikipedia.org/wiki/Iru%C3%B1a-Veleia
Diario de Noticias de Álava
La Diputación se vuelca con los yacimientos arqueológicos
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EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

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