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El origen del derecho al pataleo: historia, ejemplos y curiosidades

Explicar qué es el derecho al pataleo es como intentar justificar esa rabieta infantil que todos hemos tenido alguna vez, pero llevada al refinado mundo de la expresión coloquial. Según la Real Academia Española (RAE), «patalear» es, en su segunda acepción, «dar patadas en el suelo violentamente y con prisa por enfado o pesar».

Por su parte, el «derecho al pataleo» se define como esa última y vana actitud de protesta que puede adoptar quien se siente defraudado. Pero, ¿hay una historia digna de ser contada detrás de esta expresión que todos usamos cuando sentimos que la justicia nos decepciona?

No todo es lo que parece, y hoy desentrañaremos esta peculiar frase que reivindica el derecho de todos a protestar, aunque sea golpeando una papelera imaginaria.

El derecho al pataleo: un lujo histórico

Cuando uno se imagina «derechos» piensa en conceptos elevados: derecho a la vida, a la educación, a la igualdad… ¿Pero el derecho al pataleo? Ahí empieza la verdadera peculiaridad.

Para entender esta expresión hay que remontarse a tiempos académicos en las prestigiosas universidades de Salamanca y Alcalá, donde el ingenio español nunca dejó de sorprender.

La versión salmantina: calentar bancos y pies helados

En la Universidad de Salamanca, cuna de sabios y también de tradiciones cuestionables, los estudiantes menos afortunados tenían que ir temprano para calentar los bancos de madera que sus compañeros adinerados ocuparían más tarde.

Sí, los pobres eran los «calentadores humanos» de los ricos. Mientras ellos esperaban su turno, relegados a pupitres gélidos al fondo del aula, no les quedaba más remedio que patalear para no sucumbir a la hipotermia.

Este fenómeno era mucho más que una simple anécdota. Representaba las profundas desigualdades sociales de la época, donde la educación era un privilegio reservado para unos pocos, y los menos favorecidos tenían que soportar incomodidades extremas para apenas arañar las sobras del sistema educativo.

Curiosamente, los estudiantes «pataletas» llegaron a ser vistos como un grupo casi folklórico, aunque, como podrán deducir, su realidad distaba mucho de ser romántica.

El frío de las aulas de Salamanca, ubicadas en edificios medievales, era legendario. Sin sistemas de calefacción, los inviernos eran brutales, y las capas de los estudiantes no bastaban para protegerlos. Patalear no solo era una forma de calentarse; era una estrategia de supervivencia.

La versión complutense: sabotajes con ritmo

En la Universidad de Alcalá, el derecho al pataleo tenía un giro más competitivo. Aquí, el «patalear» era un deporte universitario no oficial. Durante los exámenes orales, los estudiantes de los laterales podían hacer ruido golpeando el suelo con los pies para desconcentrar al examinado.

La idea era evidente: si podías intimidar al oponente lo suficiente como para que fallara, ¡menos competencia para ti!

Este tipo de sabotaje, aunque pudiera parecer infantil, tenía sus raíces en la feroz competencia académica de la época. En un sistema donde cada calificación podía marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, los estudiantes desarrollaron estas tácticas para «nivelar» el campo de juego, aunque fuera de manera poco ética.

Lo curioso es que, lejos de ser reprimido, el pataleo era tolerado por las autoridades académicas. Algunos profesores incluso lo consideraban parte del «folklore» estudiantil, una suerte de rito de paso que añadía un toque de caos controlado a los exámenes.

Se dice que, en ocasiones, los alumnos lograban sincronizar sus golpes de una manera tan perfecta que lograban formar un ruido ensordecedor que dejaba al tribunal en una mezcla de naufragio mental y diversión.

¿Tienen en mente el principio de la canción We Will Rock Youde Queen? Pues algo así.

Giro contemporáneo: papelera, cajetín y un juicio

En la actualidad, el derecho al pataleo ha evolucionado hacia formas más metafóricas y, a veces, francamente surrealistas. Un caso curioso es el de un estudiante universitario en Tenerife que, frustrado por tener que pagar un recargo en su matrícula, descargó su enojo contra una papelera y un cajetín eléctrico. Daños totales: 3,70 euros (cajetín) y 70,35 euros (papelera). Total: 74,05.

El tribunal que juzgó este acto vandálico no tardó en comparar al estudiante con aquellos legendarios universitarios de Salamanca y Alcalá. Pero el veredicto fue claro: una cosa es patalear por frustración, y otra muy distinta destruir mobiliario urbano.

Al parecer, el derecho al pataleo tiene límites, y estos se encuentran justo antes de las puertas del juzgado.

Curiosidad: ¿Sabías que…?

  • El derecho al pataleo también se usa en el ámbito legal para referirse a los recursos o apelaciones que, aunque permitidos, tienen pocas probabilidades de éxito. Es decir, es lo que conocemos por «protestar por protestar».
  • En política, se emplea esta expresión para describir las quejas de los partidos minoritarios ante decisiones que ya están tomadas por las mayorías. Otra vez, «protestar por protestar».

Diez pataleos históricos

1. La silla vacía de De Gaulle (1965)

Contexto: Charles de Gaulle, presidente de Francia, se retiró de las reuniones de las instituciones europeas durante seis meses como protesta por la pérdida de poder de veto nacional en las decisiones comunitarias europeas.
¿Cambió algo? Sí… a medias. Francia volvió cuando se llegó a un compromiso, pero el resto de Europa lo vio como una pataleta diplomática.

2. La protesta del ciclista Pedro Delgado en los JJOO de Los Ángeles (1984)

Contexto: El ciclista español llegó tarde a la salida de la contrarreloj por equipos y no pudo competir. ¿Su reacción? Apareció en televisión soltando pestes, diciendo que “era una vergüenza” y que “a España no se la respetaba”.
¿Cambió algo? Absolutamente nada. Pero su cabreo nacionalista tuvo eco mediático.

3. La carta del náufrago francés tras la batalla de Trafalgar (1805)

Contexto: Tras la victoria británica, un oficial francés prisionero escribió una carta furiosa al almirantazgo inglés quejándose… ¡de que los ingleses no habían seguido las reglas del duelo naval!
¿Cambió algo? No. Pero quedó como documento histórico de pataleta ilustrada.

4. El discurso de dimisión de Felipe González tras perder las elecciones (1996)

Contexto: González reconoció la derrota frente a José María Aznar, pero en su discurso dejó caer una crítica velada al nuevo rumbo del país: “Aquí se acaba una etapa… que algunos no han entendido, pero que era necesaria”.
¿Cambió algo? Nada. Pero se despidió dejando claro que, aunque el pueblo habló, él también tenía derecho a su último quejido institucional.

5. El “no” de Mussolini en la Sociedad de Naciones (1935)

Contexto: Italia fue sancionada por invadir Etiopía. En respuesta, Mussolini pronunció un discurso furibundo diciendo que Italia no acataría las sanciones de «esa organización inútil».
¿Cambió algo? Italia siguió con su invasión. La Sociedad de Naciones… siguió desmoronándose.

6. La retirada simbólica de Hugo Chávez del ALCA (2005)

Contexto: En la Cumbre de las Américas, Chávez se opuso públicamente al Área de Libre Comercio de las Américas impulsada por EE.UU. y proclamó con megáfono en mano: “¡Alca, al carajo!”.
¿Cambió algo? El ALCA no se llegó a concretar, pero su retirada fue más gestual que real.

7. La carta de Fernando VII desde Valençay (1808)

Contexto: Tras ser “invitado” por Napoleón a abdicar y quedar como rehén en Francia, el Borbón escribió varias cartas implorando su regreso y afirmando que «España le necesitaba».
¿Cambió algo? Absolutamente nada… hasta que los franceses se cansaron de tenerlo allí y lo devolvieron para desgracia absoluta de los españoles.

8. El discurso de Sócrates antes de beber la cicuta (399 a.C.)

Contexto: Condenado a muerte por «corromper a la juventud», Sócrates defendió su vida con ironía y filosofía hasta el último sorbo de veneno.
¿Cambió algo? Lo ejecutaron igual, pero su pataleo elegante se convirtió en mito fundacional del pensamiento crítico. Casi 25 siglos después seguimos hablando del tema.

9. El último discurso de Salvador Allende en La Moneda (1973)

Contexto: Mientras los militares bombardeaban el palacio presidencial en Chile, Allende tomó el micrófono para dirigirse al pueblo por radio y denunciar la traición.
¿Cambió algo? No evitó el golpe, pero su mensaje quedó como testamento político y moral.

10. La renuncia de Richard Nixon (1974)

Contexto: Acorralado por el escándalo del Watergate, Nixon dimitió. En su despedida televisiva soltó: “Cuando el presidente lo hace, no es ilegal”.
¿Cambió algo? Renunció, pero se fue quejándose y paranoico hasta el último minuto.


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Fuentes consultadas

  1. 20Minutos
    https://www.20minutos.es/cultura/blogs/yaestaellistoquetodolosabe/derecho-pataleo-5624677/
  2. Verne (El País)
    https://verne.elpais.com/verne/2018/10/03/articulo/1538559769_204176.html
  3. Archivo de in albis
    https://archivodeinalbis.blogspot.com/2013/12/el-origen-del-derecho-al-pataleo.html

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EL AUTOR

Fernando Muñiz

Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

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